A través de mi dermatoscopio
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Sexta ola y ómicron: más protección sí, más restricciones no
La pandemia nos coloca en un escenario complejo que debemos afrontar con medidas de protección frente a contagios, responsabilidad y vacunación. Restricciones y el pasaporte covid tendrán más impacto mediático que utilidad real
Este artículo es continuación directa de mi anterior publicación en este foro, así que quien quiera ver mis opiniones en perspectiva y ponerlas en un contexto adecuado haría bien en leer antes aquel artículo. Han pasado pocos días desde que publiqué mi último 'post', pero cuando las noticias se aceleran en torno al covid-19, es que las cosas vuelven a ir mal. Y ciertamente se impone la necesidad de publicar al ritmo que marca la actualidad.
Hasta aquí hemos llegado y aquí estamos. Inicio ya muy claro de una sexta ola en nuestro medio dominada por la variante delta (y afortunadamente suavizada en términos de casos graves y muertos por la amplia cobertura vacunal en España) y amenaza de impacto aún por determinar de la nueva variante ómicron, originada, según todos los indicios, en el sur de África. ¿Qué debemos hacer ahora?
Si tuviera que condensar mi mensaje en pocas líneas, este sería mi resumen: SÍ a las vacunas, SÍ a las medidas de protección no farmacológicas de contagios, SÍ al uso frecuente y generalizado de test rápidos de detección de antígenos, NO a las restricciones a la movilidad, NO a las limitaciones horarias de cualquier actividad, NO a las restricciones de las actividades ligadas al deporte, cultura, ocio y restauración (aunque tomando precauciones) y, en particular, NO rotundo al pasaporte covid.
Complicado razonar y justificar todo esto en pocas líneas. Así que lo que voy a hacer en este artículo es pronunciarme sobre determinados aspectos relevantes en el curso de esta pandemia, y verán que de lo que voy diciendo se deduce todo lo que opino en el párrafo anterior. También que de todo ello se puede desprender cierto optimismo si a la eficacia limitada de las vacunas le pudiéramos unir el sentido común y la responsabilidad de una amplia mayoría de nuestra población. ¿Difícil? Hasta ahora, en muchos momentos, parece que sí. Pero no perdamos la esperanza. Voy con ello.
Confinamientos estrictos
Necesarios cuando la evolución de la pandemia amenaza con provocar un colapso sanitario y miles de muertos a corto plazo. Muy dañinos en términos socioeconómicos. Más útiles (y probablemente breves) si la decisión es precoz, pero esa decisión precoz es muy difícil de tomar y de ser aceptada cuando ni las autoridades políticas ni la población perciben con claridad el riesgo al que se enfrentan.
La pregunta correcta no siempre es cuántas vidas hemos salvado con el confinamiento, sino cuántas vidas hemos perdido por confinarnos demasiado tarde. Miren hacia marzo de 2020 en España. Además, un confinamiento tardío confina a mucha gente ya contagiada que contagia a los convivientes con los que se confina. De ahí que en las primeras semanas de estos confinamientos tardíos a menudo no se perciba beneficio alguno, aumentando los contagios durante cierto tiempo y algo después los muertos.
Con un 90% de la población vacunada, un confinamiento en España es una opción ahora implanteable por innecesaria
Como es obvio para todos, marzo de 2020 no es como diciembre de 2021 en España. Con un 90% de la población vacunada, un confinamiento en España es una opción ahora implanteable por innecesaria. Incluso si una variante como ahora ómicron nos llegara y se mostrara más contagiosa, el uso generalizado de las medidas básicas de prevención de contagios hace imposible un escenario como el que se planteó en marzo de 2020 en España. Muy agresiva debería de ser la nueva variante y muy mal tendríamos que hacer todos muchas cosas para tener que plantear aquí de nuevo esta opción.
Algunos países con tasas de vacunación muy inferiores a las nuestras ya vemos que sí han debido de recurrir de nuevo a los confinamientos para intentar frenar la variante delta. También los países con estrategia de 'covid cero', que hace tiempo dejó de ser una opción realista en Europa y en buena parte del resto del mundo.
Restricciones
En nuestro medio, suele ser mucho mayor el daño socioeconómico que causan que el beneficio que producen. Muchas además son erráticas y producto de decisiones precipitadas (aunque tardías) por parte de unas autoridades sanitarias momentáneamente desbordadas por las cifras de contagios, sin liderazgo técnico alguno, impregnadas de ocurrencias arbitrarias e influidas sin duda por difíciles noches de insomnio y discusiones legales y administrativas que harían feliz a Groucho Marx.
"Lo importante en esta fase de la pandemia no es tanto lo que hacemos sino cómo lo hacemos"
Pisemos la realidad: por ejemplo, si excluimos la primera ola, que nos pilló sin preparación ni previsión ninguna, los muertos por 100.000 habitantes en la Comunidad de Madrid, con menos restricciones, han sido claramente inferiores a los muertos en otras muchas comunidades autónomas con más restricciones. Son datos objetivos. No es una cuestión política sino técnica. Como he dejado escrito en algún artículo previo, lo importante en esta fase de la pandemia no es tanto lo que hacemos sino cómo lo hacemos. El bienestar socioeconómico de nuestro país (del que también dependen muchos aspectos de nuestra salud física y mental) necesita que hagamos muchas cosas sin apenas restricciones. Y un control razonable de la pandemia en nuestro medio necesita, simplemente, que las hagamos con la necesaria prudencia, cuyo protagonista principal casi siempre es la mascarilla (SARS-Cov-2 es un virus de transmisión esencialmente respiratoria).
Mascarillas
Mi primer artículo sobre el coronavirus (abril de 2020) se tituló: “Acabar con la epidemia del coronavirus: la mascarilla que te pones tú y nos protege a todos”. Nada más que decir, pero sí algunas cosas que puntualizar, como hice en otro artículo publicado en este foro. En espacios cerrados, son y seguirán siendo por bastante tiempo imprescindibles y su uso debe ser obligatorio, con la excepción obvia del propio domicilio (lo que no excluye que a veces debamos usarlas también ahí).
En espacios abiertos y sin aglomeraciones, me parece que su uso es innecesario porque apenas hay riesgo de contagio. Pero entiendo que las autoridades deberían de tener la potestad de hacer su uso obligatorio de forma puntual en espacios abiertos y en entornos urbanos en fechas en que se prevean aglomeraciones, como suele ocurrir precisamente en fechas prenavideñas y navideñas, porque ahí sí se incrementa el riesgo de contagio.
Por otra parte, y a pesar de que España se ha caracterizado por un uso amplio de las mascarillas desde que se hicieron finalmente obligatorias ante el avance de nuestra segunda ola, siempre hemos fallado, y creo que seguimos fallando, en tres ámbitos: no se usan apenas en reuniones descontroladas de jóvenes tipo macrobotellones y se usan menos de lo debido en muchas otras aglomeraciones, que han sido caldo de cultivo reiterado para el inicio de sucesivas olas cuya base suelen ser los jóvenes contagiados completamente asintomáticos que facilitan la dispersión inicial del virus; no se usan apenas en los locales de ocio y restauración en los largos periodos de tiempo en que no comemos ni bebemos, simplemente hablamos, reímos, gritamos y a veces tosemos o estornudamos, caldo de cultivo ideal para que un contagiado asintomático disperse el virus en forma de aerosoles y llegue a quienes le rodean (sin que la distancia importe mucho), salvo si contamos con excelente ventilación o filtros purificadores del aire tipo HEPA, y finalmente se usan también menos de lo necesario en reuniones de familiares y amigos, donde se producen muchos de los contagios que pasan el virus desde amplios sectores de asintomáticos hasta las personas más susceptibles de enfermar gravemente e incluso morir. Afortunadamente, las vacunas han reducido enormemente este último sector de la población en nuestro medio, pero está lejos de ser cero.
Tengámoslo claro: un mayor celo entre todos nosotros en el uso correcto de la mascarilla en las situaciones y ambientes de riesgo nos permitiría controlar mejor la pandemia sin tener que recurrir apenas a restricciones adicionales, la mayoría de las veces muy lesivas en el plano socioeconómico y, en gran medida, inútiles porque se toman de forma tan errática como tardía y no tienen apenas efectos sobre esas reuniones de familiares y amigos sin control ninguno en locales privados y domicilios, donde siempre se ha contagiado mucha de la gente que finalmente ha enfermado más gravemente.
Vacunas
Las vacunas actualmente disponibles NO son esterilizantes. ¿Qué significa esto? Que NO suprimen los contagios. Hay evidencias de que los reducen en una magnitud moderada y que podría variar según la variante del virus en cuestión, pero NO los suprimen. Los vacunados pueden contagiarse y contagiar a otros vacunados y por supuesto a los no vacunados. Una cuestión distinta e incontestable con los datos en la mano es que las vacunas reducen los casos graves y los muertos por covid-19. Ese es su actual valor.
En algunos trabajos, se ha comparado la mortalidad entre enfermos (insisto, enfermos) de covid-19 vacunados y no vacunados sin encontrar grandes diferencias. Hay que ser cauto al interpretar los datos, porque en este tipo de estudios sesgados se están excluyendo a todos los asintomáticos y a muchos casos muy leves, cuya proporción es mucho mayor entre vacunados que entre no vacunados, pero que cursan sin que el contagiado precise asistencia médica alguna y, por tanto, ni se diagnostican ni se contabilizan. Incluyendo a estos contagiados asintomáticos u oligosintomáticos, veríamos que la mortalidad entre vacunados es muy inferior a la que se da entre no vacunados.
Más allá de cualquier blablablá, comparen simplemente la mortalidad entre nuestra tercera ola prevacunal y la quinta, ya con una amplia población vacunada en España. Hay que estar ciego para no ver esto.
Pasaporte covid
En gran parte innecesario e inútil en nuestro medio por lo dicho en el punto anterior, es decir, que las vacunas NO suprimen los contagios. Además, y es de las escasísimas veces en que estoy de acuerdo con lo dicho por Fernando Simón, su relevancia será mínima en un país que ya tiene prácticamente un 90% de su población diana vacunado. Así que toda la polémica al respecto se me antoja en gran parte estéril e irrelevante.
Por otra parte, tanto la errónea creencia de que la vacuna impide contagios como la instauración del pasaporte covid pueden generar una falsa sensación de seguridad entre los vacunados y relajar entre ellos de forma casi absoluta las medidas de protección frente a contagios. Cierto que entre vacunados esto no generaría ni muchos enfermos ni muchos muertos, pero amplificaría la circulación del virus entre nosotros, con una consecuencia potencialmente muy peligrosa: si una variante nueva del virus se genera entre contagiados no vacunados, es muy probable que aún sea sensible a las vacunas. Pero si una variante nueva del virus se genera entre vacunados y se impone a otras variantes, lo haría precisamente por ser resistente, al menos en parte, a las actuales vacunas.
El pasaporte puede tener efecto beneficioso sobre la carga asistencial si se utiliza para presionar a no vacunados para que se vacunen
Si con las actuales vacunas relajamos en exceso las medidas básicas de protección frente a contagios (mascarilla, limpieza, distancia y ventilación) en la presente fase de la pandemia, las vacunas podrían pasar de ser una parte de la solución a ser una parte del problema.
Sí reconozco que el pasaporte covid puede tener un efecto beneficioso a corto plazo sobre la carga asistencial derivada de la pandemia si se utiliza para presionar a algunos no vacunados para que finalmente se vacunen. Reduciremos casos graves y muertos. Pero sin perder de vista que si ello lleva aparejado una inadecuada relajación de las medidas de protección frente a contagios, el efecto final a medio plazo podría ser contraproducente. Y a los escépticos, más que presionarlos, deberíamos aspirar a convencerlos.
Test rápidos de detección de antígenos
Han sido una opción infrautilizada hasta ahora. Estoy absolutamente de acuerdo con las ideas reiteradamente expresadas al respecto por el epidemiólogo de Harvard Michael J. Mina y que en nuestro medio han sido difundidas con machacona insistencia por el Dr. César Carballo. Lo ideal sería contar con test muy baratos, de resultado rápido y de uso sencillo, preferentemente en saliva, capaces de detectar al menos a las personas con más carga viral y en su fase de mayor contagiosidad. Su menor sensibilidad frente a otras pruebas diagnósticas se vería compensada por un uso mucho más extendido y repetido, con el resultado final de limitar la presencia de las personas asintomáticas en su fase de mayor capacidad contagiosa en ambientes y situaciones de riesgo.
Hay aún un margen amplio para optimizar esta opción, que empleada de forma masiva tendría, probablemente, un coste económico muy inferior al de muchas de las restricciones absurdas que se le imponen al ocio y a la hostelería, y que contribuiría de una manera directa y muchísimo más eficaz que el pasaporte covid a reducir contagios y a limitar la circulación del virus entre nosotros.
Muchas de mis afirmaciones requerirían matizaciones y aclaraciones imposibles de introducir en un artículo de extensión limitada y ya de por sí largo. Si procede, lo haré en respuesta a los comentarios y críticas de mis lectores.
Este artículo es continuación directa de mi anterior publicación en este foro, así que quien quiera ver mis opiniones en perspectiva y ponerlas en un contexto adecuado haría bien en leer antes aquel artículo. Han pasado pocos días desde que publiqué mi último 'post', pero cuando las noticias se aceleran en torno al covid-19, es que las cosas vuelven a ir mal. Y ciertamente se impone la necesidad de publicar al ritmo que marca la actualidad.
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