Nada más profundo que tu piel
Por
¿Los dermatólogos bajamos la vitamina D de la población?
La obtenemos principalmente del sol, por lo que hay quienes nos señalan ante nuestra insistencia en la recomendación de evitar sus radiaciones y usar protección
“Mantén tu cara siempre hacia la luz del sol y las sombras caerán detrás de ti”, decía el poeta norteamericano Walt Whitman. Sin embargo, los dermatólogos siempre defendemos lo contrario: alertamos repetidamente acerca de los peligros de una exposición solar intensa y recomendamos buscar la sombra y utilizar filtros cuando no sea posible. Seguir estos consejos de una manera literal podría justificar que los niveles de vitamina D en la población estén disminuyendo. La razón es que su principal fuente es la que produce nuestro organismo en respuesta a los rayos ultravioleta B (UVB) procedentes del sol. La incidencia directa de la luz sobre nuestra piel convierte un químico en calciferol, la forma activa de la vitamina, y si no dejamos que ocurra… Si fuera así, ¿qué importancia tiene?
El papel de la vitamina D en nuestro organismo está todavía en discusión. Asumimos que nos proporciona unos huesos más sanos y parece que está implicada en nuestra respuesta inmunológica, en la protección contra la diabetes, en el mantenimiento de la salud cardiovascular y además parece que tiene un efecto anticanceroso. Pero hay mucha polémica sobre sus verdaderas funciones para el mantenimiento de la salud. Por ejemplo, hay personas que tienen la vitamina D alta porque practican deporte al aire libre, pero se desconoce si esa mejor salud es debida a los altos niveles de vitamina o a los hábitos deportivos.
¿Cuándo dosis extra?
Aunque el sol sea la fuente principal, no es la única. Las necesidades diarias de vitamina D de un adulto sano sin sobrepeso están en torno a 800 unidades internacionales (UI) diarias, es decir, 24.000 UI mensuales, que se traducen en un nivel de 30 ng/ml en sangre. En los españoles, estos niveles suelen estar más bajos en invierno y más altos en verano sin consecuencias reseñables: al ser liposoluble se almacena en la grasa y el hígado, y cuando los niveles en sangre bajan, utilizamos esas reservas.
La dieta solo aporta el 20% (no se encuentra naturalmente en demasiados alimentos, aunque se puede obtener de las leches y cereales enriquecidos y de los pescados grasos como el salmón, las sardinas y la caballa), por lo que, para no esquilmar el stock, es interesante exponer grandes superficies como brazos y piernas durante diez minutos, por supuesto sin quemarse. Recordad que hacerlo a través de una ventana no sirve para producir vitamina D (el cristal no deja pasar los rayos UVB).
Los suplementos son seguros y eficaces. Pero ¿qué pasa en los niños? Su situación es diferente: los niveles bajos de vitamina D pueden provocar raquitismo, una enfermedad de los huesos. Además, los lactantes no obtienen lo que necesitan de la leche materna y los menores de 2 años no deben tomar el sol directamente. Por ello los pediatras recomiendan con frecuencia suplementos vitamínicos en los primeros años de vida.
No son los únicos que suelen tener que tomarlos. Hay otros grupos de población que tampoco obtienen lo que necesitan del sol o que precisan de refuerzos para tener suficiente en circulación: con la edad, los ancianos disminuyen su capacidad de producir vitamina D; las personas de piel oscura también fabrican menos, y quienes tienen problemas de absorción de grasa, como la enfermedad de Crohn (una afección del tracto gastrointestinal), enfermedad celiaca o colitis ulcerosa, no logran almacenarla, la obtengan como la obtengan.
Cantidad justa
Cuidado con la dosis. Una cantidad por encima de los 30 ng/ml en sangre se considera normal, pero por debajo de 20, prácticamente todos los médicos recomiendan suplementos orales. Entre 20 y 30, la tendencia es recetar pastillas los meses de no exposición al sol. Existen fórmulas –con receta médica– con la dosis suficiente para indicar una sola toma mensual, pero hay que tener cuidado con no confundirse y tomarla a diario porque conduciría a una grave intoxicación y causar náuseas, vómitos, debilidad muscular y piedras en el riñón. Nunca se recibirá demasiada vitamina D del sol porque la piel limita la cantidad que produce.
En resumen, puedes obtener la vitamina D de tres maneras: a través de tu piel, tu dieta o los suplementos. Tu cuerpo produce vitamina D naturalmente después de exponerse a la luz del sol, pero hacerlo en exceso puede ocasionar envejecimiento y cáncer de piel, y muchas personas deben obtenerla de otras fuentes. Controla tus niveles de vitamina D y si están bajos, consulta a tu médico.
Haz que la calidad de tu piel sea una prioridad. Somos nuestra piel. Por eso es muy importante que estés al día de toda la información actualizada. Aquí la encuentras; Instagram o en Clínica Dermatológica Internacional.
“Mantén tu cara siempre hacia la luz del sol y las sombras caerán detrás de ti”, decía el poeta norteamericano Walt Whitman. Sin embargo, los dermatólogos siempre defendemos lo contrario: alertamos repetidamente acerca de los peligros de una exposición solar intensa y recomendamos buscar la sombra y utilizar filtros cuando no sea posible. Seguir estos consejos de una manera literal podría justificar que los niveles de vitamina D en la población estén disminuyendo. La razón es que su principal fuente es la que produce nuestro organismo en respuesta a los rayos ultravioleta B (UVB) procedentes del sol. La incidencia directa de la luz sobre nuestra piel convierte un químico en calciferol, la forma activa de la vitamina, y si no dejamos que ocurra… Si fuera así, ¿qué importancia tiene?
- Las uñas dicen mucho de los problemas que tiene tu salud Dr. Ricardo Ruiz Rodríguez
- Vitamina D: ¿es suficiente con tomar un poco el sol? Ángel Durántez
- ¿Está justificada la 'fiebre' por los suplementos de vitamina D? Ángeles Gómez