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Los refugiados afganos y la Europa desmentida
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Antonio Casado

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Los refugiados afganos y la Europa desmentida

Ante la crisis humanitaria que se avecina por la diáspora de los afganos, al Occidente civilizado se le está viendo el plumero

Foto: Un grupo de refugiados afganos, a su llegada a Torrejón. (EFE)
Un grupo de refugiados afganos, a su llegada a Torrejón. (EFE)

Ahora Afganistán, como antes Siria, los países subsaharianos o, sin ir más lejos, las malhadadas concertinas de Ceuta y Melilla, desmiente a la Europa de las tres colinas fundacionales de nuestra cultura: la Acrópolis (democracia), el Capitolio (derecho) y el Gólgota (humanismo).

En nombre de los derechos humanos, cosidos al discurso de nuestros mandatarios desde el inicio de la espantada, nos sobra retórica en el compromiso con los afganos adheridos a aquella operación de 'libertad duradera' que degeneró en 'estupidez duradera'. Pero nos falta credibilidad a la hora de aplicar las promesas que les hicimos.

Las reuniones de los ministros en Bruselas sirven para verificar con sonrojo la división de los Veintisiete sobre cómo afrontar la avalancha

Ante la crisis humanitaria que se avecina por la diáspora de decenas de miles de afganos, confiados en que la aceleración histórica los sacaría de la Edad Media, al Occidente civilizado se le está viendo el plumero. La misantropía, en modo xenófobo y de desprecio al diferente, avanza a pasos agigantados en la Europa de Salvini, Le Pen, Orbán y Abascal.

Renovar el pacto de 80 países contra el terrorismo islámico firmado en septiembre de 2014 ha sido muy fácil. En cambio, no se avanza en el modo de concertar la promesa de acoger a los refugiados y evacuar a quienes se quedaron dentro teniendo documentada su colaboración con las misiones europeas presentes en el país durante estos últimos 20 años.

Foto: Evacuación desde el aeropuerto Hamid Karzai de Kabul. (Reuters)
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Las reuniones de los ministros de la UE en Bruselas solo están sirviendo para verificar con sonrojo la división de los Veintisiete sobre el modo de afrontar la avalancha. Austria y los llamados países del grupo Visegrado (Polonia, Hungría, Eslovaquia y Chequia) no quieren ni ver a los refugiados afganos: “Los musulmanes con los musulmanes” es el mantra.

No vale la pena el rasgado de vestiduras, puesto que esa posición se parece mucho a la defendida por países centrales, cuya concepción de la ayuda a los refugiados consiste en “reforzar el apoyo a países vecinos de Afganistán para garantizar que quienes lo necesiten reciban una protección adecuada”. O sea, que los países de la antigua órbita rusa en Asia central (Kirguizistán, Kazajistán, Turkmenistán, Tayikistán, etc.) hagan el papel retribuido que hizo Turquía en la crisis migratoria de 2015 por el éxodo de los sirios. Así que no hace falta presumir de ser la gran reserva de los derechos humanos.

España está a lo que decida la UE, que quiere evitar otra crisis migratoria como la de 2015 en vísperas de elecciones en Francia y Alemania

En sede parlamentaria, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, estuvo ambiguo respecto a los colaboradores de España que siguen sin ser evacuados. Renovó su compromiso de “no dejar a nadie atrás”, pero recostado en la “colaboración con otros países” y sin especificar si hay o no hay un plan previsto a escala nacional. O sea, que estamos a lo que decida la Unión Europea. Y ya hemos visto que la UE no está por afrontar de nuevo una crisis migratoria como la de 2015. Y mucho menos en vísperas de elecciones generales en Francia y Alemania.

Foto: Foto de archivo de tropas estadounidenses en Afganistán. (Reuters)

En España, el Gobierno y el PP siempre podrán recurrir a Vox como prueba de convicción de su buena voluntad: “PSOE y PP quieren para miles de afganos lo que no pueden ofrecer a miles de españoles”, dice Santiago Abascal, mientras su portavoz en el Congreso, Espinosa de los Monteros, sostuvo el otro día que arropar a los refugiados que vienen huyendo de los talibanes es “un despropósito”.

Lo malo es que esto lo dice la tercera fuerza en la política nacional. Y es una señal más del inconfesado avance de la misantropía en la Europa de las tres colinas, donde hasta el momento el voluntarismo de Von der Leyen y la 'real politik' de Borrell (“Los talibanes mandan y hay que entenderse con ellos”) no logran poner de acuerdo a los Veintisiete en un pacto migratorio que no desmienta la supuesta filantropía de la UE.

Ahora Afganistán, como antes Siria, los países subsaharianos o, sin ir más lejos, las malhadadas concertinas de Ceuta y Melilla, desmiente a la Europa de las tres colinas fundacionales de nuestra cultura: la Acrópolis (democracia), el Capitolio (derecho) y el Gólgota (humanismo).

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