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La burbuja de los alimentos 'subprime' (a punto de explotar)
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Samuel Moreno

Un chef con alma de panadero

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La burbuja de los alimentos 'subprime' (a punto de explotar)

¿Qué vemos en nuestra cesta de la compra, más basura o más comida? Es necesario volver a los productos originales y huir de los sucedáneos disimulados con atrayentes envoltorios

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Rápido, muy rápido. Así se mueve nuestra sociedad. Los cambios cada día son más profundos y se suceden de una forma más intensa casi sin darnos cuenta. Vivimos en un momento de muchos avances en todos los sentidos y la velocidad a la que suceden es exponencial. Es decir, cada año los cambios son el doble de rápidos que el anterior.

La pandemia, además, ha sido un catalizador para todo tipo de reacciones y nuestra sociedad abandona hábitos y adquiere otros nuevos sin apenas plantear resistencia.

Esto está sucediendo en todos los ámbitos de la vida. En la forma en la que nos relacionamos, en como trabajamos, en la manera de viajar, en el ocio y, cómo no, en nuestra forma de alimentarnos.

No es imprescindible saber cocinar para comer bien, pero sí lo es saber seleccionar lo que metemos en nuestras cocinas

¿Es necesario saber cocinar para tener una buena alimentación? Bajo mi punto de vista NO, no es algo imprescindible. Basta con tener unas nociones muy básicas de cocina. Lo realmente importante es saber seleccionar lo que metemos en nuestras cocinas. La base de una buena alimentación comienza con la cesta de la compra.

Nuevas formas de comprar

Cada día es más frecuente realizar la compras desde nuestros dispositivos móviles. La falta de tiempo, las circunstancias derivadas de la pandemia y las nuevas tecnologías han cambiado nuestros hábitos de consumo. La calidad de nuestros alimentos ya no se mide con parámetros como su olor, su aspecto o el mimo con que selecciona el género nuestro frutero. Ahora la calidad de todo se mide con parámetros digitales como son las estrellas y los likes.

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Foto: iStock.

Parece que estamos perdiendo el contacto con el producto y con su origen. Eso, lamentablemente, nos hace que seamos fácilmente influenciables por el marketing.

Hoy en día el marketing ya no es solo una forma de venta; es una nueva manera de validar información y crear tendencias de consumo. Es tal su poder que es capaz de convencernos de cualquier cosa.

¿Nos paramos a pensar qué estamos comiendo?

La manera en la que nos alimentamos está cambiando al igual que nuestro entorno. Pero ¿nos hemos parado a pensar qué es lo que estamos comiendo?

En ocasiones, cuando llego del supermercado me hago la pregunta: ¿qué he comprado más, comida o basura? A veces siento que estoy comprando más basura que alimentos. ¿Nuca habéis tenido esta sensación?

Tras sacar la compra de las bolsas y extenderla en la encimera de la cocina percibo que hay más plástico, cartón, papel y metal que comida. Y me pregunto: ¿en qué estoy gastando mi dinero? Pero, aún más importante, ¿qué se guarda dentro de tantos desperdicios?

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Ya sabéis lo que dice el refrán: 'En casa de herrero, cuchillo de palo'. Y es cierto, en mi casa entran tantos de estos productos como en la de cualquier otro.

Pero en mi restaurante Molino de Alcuneza es diferente. La comida que traen mis proveedores es distinta a la que se consume en casa. No hay envases de más, solo hay materias primas. Productos a partir de los cuales elaboramos la comida que servimos. Comida donde el color no está en el envase sino en el mismo producto. Los colores vivos de los alimentos en estado natural. El rojo intenso de la carne, el plateado brillante del pescado, el verde vivo de verduras y el arcoíris al completo en la cesta de la fruta.

La comida que veo en los estantes de las grandes superficies carece de color -se parece más a una vieja película en blanco y negro- y el único en color es el de la carátula de la caja.

Nada es lo que parece

¿Acaso nuestra alimentación se está volviendo más gris? Si revisamos los ingredientes que componen todos esos alimentos envasados descubrimos que no son más que imitaciones del original. Todo se convirtió en sucedáneos de… Nada es lo que parece. Las patatas fritas ya no son patatas fritas, son otra cosa similar pero no patatas fritas. La carne picada ya no es carne, es burger meat, una pasta de no se sabe muy bien qué contiene. El pan tiene en su composición más de 20 ingredientes distintos. Y esto sucede con gran parte de la cesta de la compra.

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No sé muy bien cómo hemos llegado a esto. Poco a poco, la comida dejó de salir del campo, de huertos, granjas, del mar o de campos de cultivo. Ahora sale de grandes laboratorios donde científicos combinan productos químicos con restos de comida, que antes denominaríamos desechos, para crear sabrosos sucedáneos calóricos similares a lo que era antes nuestra comida.

La sombra de las hipotecas basura

Hay una película que me encanta, 'The big short' ('La gran apuesta'), que aborda cómo se fraguó la crisis financiera de 2008, la gran burbuja inmobiliaria que nos explotó a todos. Seguramente pensaréis: ¿qué demonios tiene esto que ver con el tema del que estás hablando? Pues, mirad, tiene semejanzas.

La crisis de 2008 fue una crisis inmobiliaria que derivó en un desastre a nivel mundial y la causa de esto fue la venta de hipotecas 'subprime'. Paquetes de productos de muy baja calidad que se vendían con catalogación AAA en los mercados. Algo que nadie vio llegar hasta la caída de Lehman Brothers.

Los productos 'subprime' de la gastronomía industrial no son más que despojos de alimentos combinados con grasas, azúcares y féculas

Esto lo explica en la película el famoso chef Anthony Bourdain, narrando cómo con alimentos de segunda se pueden crear nuevos productos que disimulan las carencias de los primeros y que aparentemente dan un resultado de primera cuando realmente solo se trata de desperdicios sazonados y bien presentados.

Estos productos 'subprime' de la gastronomía industrial no son otra cosa que despojos de alimentos combinados con grasas, azucares, féculas y otros productos químicos. La combinación acertada de estos nocivos ingredientes da como resultado deliciosas bombas calóricas carentes de nutrientes. Cuando comemos este tipo de comida obtenemos energía que ayuda a que se muevan nuestros músculos, pero al mismo tiempo hacemos enfermar nuestro cuerpo (se considera que su consumo está asociado a cáncer, obesidad y problema cardiovasculares).

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La burbuja de la comida basura está llegando a nuestras casas. Seamos conscientes de ello y pongamos solución antes de que explote.

Esto debería ser un tema prioritario para una sociedad sana. La educación en gastronomía y estilo de vida nos permitiría reducir los costes sanitarios de todas las enfermedades relacionadas con una mala alimentación y una vida sedentaria.

Volvamos a cocinar. Volvamos a los mercados, a donde el color de los alimentos no está en la caja, sino en ellos mismos. Cada uno de esos colores que componen los alimentos son un producto necesario para nuestra salud.

La buena gastronomía debe estar siempre asociada a la utilización de materias primas de calidad y a la utilización solo de productos procesados de forma moderada. Y huir siempre de los ultraprocesados, que siempre esconden química, grasas nocivas y azúcares excesivos.

Rápido, muy rápido. Así se mueve nuestra sociedad. Los cambios cada día son más profundos y se suceden de una forma más intensa casi sin darnos cuenta. Vivimos en un momento de muchos avances en todos los sentidos y la velocidad a la que suceden es exponencial. Es decir, cada año los cambios son el doble de rápidos que el anterior.

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