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¿Podría existir realmente la píldora de la eterna juventud?
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Ángel Durántez

Más años, más vida

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¿Podría existir realmente la píldora de la eterna juventud?

En la búsqueda de soluciones que permitan alargar años a nuestra vida, existen diferentes alternativas que van ganando fuerza. Una de ellas es la terapia con ciertos suplementos que ayudan a mantener niveles de sustancias que perdemos con el tiempo

Foto: Las pídoras de NAD+ podrían ser un 'remedio' para el envejecimiento. (Unplash/@sharonmccutcheon)
Las pídoras de NAD+ podrían ser un 'remedio' para el envejecimiento. (Unplash/@sharonmccutcheon)

En la carrera antienvejecimiento se han conseguido resultados impresionantes. Pero la terapia celular o la terapia génica conllevan sus riesgos, y no podemos aplicar algunos de estos descubrimientos de forma directa en humanos por cuestiones éticas y de seguridad. Algunos más osados, como Elizabeth Parrish, CEO de la empresa biotecnológica Bioviva, anunció en 2016 que se había aplicado de forma experimental un tratamiento de alargamiento de telómeros. En 2012, María Blasco utilizó la misma técnica en el CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) para conseguir alargar la vida en ratones hasta en un 24% y sin aumento de la incidencia de cáncer, un efecto potencial de estas terapias.

La píldora de la juventud

Las terapias mencionadas incluyen procedimientos muy complejos y que intervienen en lo más íntimo de las células, el ADN, con los riesgos que esto conlleva en caso de no controlar al 100% el proceso. La panacea real sería un tratamiento por vía oral, que fuera capaz de ralentizar el envejecimiento. Y una de las sustancias que mejores resultados está consiguiendo es un derivado de la humilde vitamina B3 o niacina.

Asociada al envejecimiento, está una reducción de la cantidad de una sustancia llamada NAD+ (dinucleótido de nicotinamida y adenina) en las mitocondrias. Estos pequeños orgánulos se encuentran en las células y son los encargados de la obtención de energía a partir de los nutrientes que obtenemos de los alimentos, combinándolos con oxígeno.

Dado que se observó que, asociadas a distintas enfermedades, niveles de NAD+ se reducían, los investigadores pensaron que un tratamiento que fuera capaz de recuperar sus niveles podría retrasar o amortiguar los efectos del envejecimiento. El NAD+ es utilizado por las sirtuinas, unas enzimas que se activan con el ayuno o la restricción calórica, estrategias que han demostrado su eficacia para alargar la vida en ratones o monos y mejorar la salud en humanos. Por tanto, el efecto sería como el de un ayuno en forma de píldora.

La vía rápida sería pensar que consumiendo ese NAD+ podríamos aumentar sus niveles en las células, pero esto no es así ya que, al ingerirlo, no es capaz de llegar a ellas. Sin embargo, hay dos sustancias que sí que son capaces de conseguir ese incremento de NAD+ a nivel celular. Son el ribósido de nicotinamida (NR) y la nicotinamida mononucleótido (NMN), dos derivados de la vitamina B3.

placeholder Foto: Unplash/@hikendal.
Foto: Unplash/@hikendal.

Esto llevó al desarrollo de estudios para verificar si, efectivamente, los tratamientos con estas sustancias son capaces de frenar los signos del envejecimiento. Una investigación con ratones en el año 2013, dirigida por David Sinclair, dio el pistoletazo de salida a numerosos estudios con roedores donde se observaron mejoras en la función muscular, cerebral, cutánea, cardiovascular, hepática, renal, o incluso frenar el avance del cáncer de hígado, como demostraron de nuevo investigadores del CNIO.

Los estudios en humanos no se han hecho esperar, aunque todavía son preliminares. Son varios los trabajos que demuestran que ingerir alguno de los dos precursores del NAD+ potencia, en efecto, sus niveles en nuestras células. Sin ir más lejos, un estudio publicado el pasado año en la revista 'Nature', que además demuestra la seguridad del tratamiento durante seis semanas (si bien este es un plazo corto para observar posibles efectos adversos). Como resultados positivos, se encontró una reducción de la presión arterial y de la rigidez aórtica. Otro trabajo en individuos obesos no encontró, sin embargo, mejoras en la sensibilidad a la insulina o control de los niveles de azúcar en sangre en un tratamiento de 12 semanas, eso sí, sin efectos adversos.

Además, no está del todo claro cómo funcionan los potenciadores de NAD+, ya que, como demostró este estudio, el que se suministra por vía oral es transformado casi en su totalidad en el hígado, no llegando de forma efectiva al resto del organismo, como sí que sucede cuando se suministra por vía intravenosa. Además, este trabajo encontró que ninguno de los potenciadores es capaz de atravesar la barrera de acceso a la circulación cerebral y que de las dos sustancias competidoras, solo el ribósido de nicotinamida es incorporado en el músculo como NAD+. En la actualidad, se pueden adquirir suplementos que incluyen bien el NR o bien el NMN, combinados en algún caso con activadores de las sirtuinas, como el pteroestilbeno.

Foto: Foto: iStock. Opinión

Habrá que esperar a que finalicen algunos de los más de siete ensayos clínicos en marcha en humanos para verificar el efecto sobre aspectos como la función de las mitocondrias en el músculo, la función cognitiva, inmune o renal, el daño causado por traumatismo cerebral, el metabolismo de las grasas, el riesgo cardiovascular o la composición corporal.

Mientras tanto, no nos olvidemos de seguir con los buenos hábitos que ya sabemos que funcionan para alargar no solo los años, sino la calidad de vida: dieta adecuada, actividad física regular, descanso de calidad y evitar tabaco y alcohol.

En la carrera antienvejecimiento se han conseguido resultados impresionantes. Pero la terapia celular o la terapia génica conllevan sus riesgos, y no podemos aplicar algunos de estos descubrimientos de forma directa en humanos por cuestiones éticas y de seguridad. Algunos más osados, como Elizabeth Parrish, CEO de la empresa biotecnológica Bioviva, anunció en 2016 que se había aplicado de forma experimental un tratamiento de alargamiento de telómeros. En 2012, María Blasco utilizó la misma técnica en el CNIO (Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas) para conseguir alargar la vida en ratones hasta en un 24% y sin aumento de la incidencia de cáncer, un efecto potencial de estas terapias.

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