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Fuerza y fondo: ¿cómo afectan a nuestra salud?
Toda actividad física es saludable, y no solo es necesario el reconocido y beneficioso ejercicio aeróbico. Pero ¿cómo impactan en nuestro organismo las distintas formas entrenamiento? Un nuevo estudio intenta desvelarlo
El ejercicio es, sin duda, uno de los pilares de la buena salud. Es un tema que hemos venido tratando en este espacio en sus diferentes vertientes. Y es que el ejercicio tiene beneficios a todos los niveles: pérdida o mantenimiento de peso corporal, metabolismo de la glucosa, mejora de la capacidad cardiorrespiratoria, tensión arterial, mejora de la fuerza y la movilidad, beneficios para el sistema inmune y la capacidad antioxidante, e incluso para la función cognitiva. Y también es una de las mejores terapias antienvejecimiento.
"Los resultados son impresionantes. Se encontraron 836 metabolitos generados en respuesta a los dos tipos de ejercicio"
A pesar de que conocemos todos estos beneficios, no tenemos todavía del todo claro cuáles son los mecanismos moleculares por los que se producen. Un nuevo trabajo de investigadores daneses ha analizado las sustancias que se ponen en circulación tras dos tipos distintos de entrenamiento, aeróbico o de fuerza.
El valor de las exerquinas
¿Por qué analizar estas sustancias que se producen en respuesta al ejercicio, o metabolitos? Se ha descubierto que en respuesta al ejercicio se producen lo que se denominan 'exerquinas', sustancias con actividad hormonal. Uno de estos grupos son las mioquinas, producidas por el músculo. Este es un descubrimiento importante, ya que demuestra el papel de órgano endocrino del aparato musculoesquelético y la importancia de mantener una masa muscular adecuada. Estas mioquinas se relacionan, por ejemplo, con el mantenimiento de una buena salud cardiovascular, por mecanismos más allá de los considerados tradicionales como la mejora de la capacidad cardiorrespiratoria.
En 2010, un trabajo de investigación demostró que en respuesta al ejercicio podían encontrarse más de 200 metabolitos en el plasma. Posteriormente, diferentes estudios han podido identificar algunas de las sustancias derivadas del ejercicio, de nombres esotéricos como el ácido quinurénico o el ácido gamma-aminobutírico, entre otros.
En este nuevo trabajo, el objetivo era identificar las sustancias producidas en respuesta al ejercicio de fuerza o el aeróbico o de fondo y las diferencias entre ambos tipos. El grupo de 10 participantes efectuó los dos tipos de entrenamiento, con una semana de diferencia, y se tomaron muestras de sangre antes, después del ejercicio y varias horas con posterioridad.
Resultados importantes
Los resultados son impresionantes. De forma global, se encontraron 836 metabolitos generados en respuesta a los dos tipos de ejercicio que se podían dividir en dos grupos bien diferenciados, en respuesta a cada tipo de entrenamiento. En concreto, 51 se generaban exclusivamente a raíz del entrenamiento de fondo, y 93 a partir del de fuerza. Sin embargo, el ejercicio aeróbico aumentaba los niveles de un mayor número de sustancias (364) frente al de fuerza (259), aunque ese aumento por lo general era de menor magnitud. Y a la inversa, el entrenamiento de fuerza reducía más los niveles en sangre de más metabolitos (132) que con el fondo (27).
El estudio detalla con gran complejidad el análisis de toda esta enorme cantidad de sustancias. De forma general, se señala que tras el ejercicio aeróbico se encuentra un perfil asociado a la utilización de grasas para la obtención de energía, mientras que con la fuerza se obtiene derivados de la utilización de aminoácidos y también otros como lactato, por la necesidad de lograr energía con rapidez a partir de la glucosa.
Para el cerebro
Los elevados niveles de lactato tras el ejercicio de fuerza pueden relacionarse con los beneficios del ejercicio para la función cognitiva. Se sabe que el lactato es inductor del factor neurotrófico cerebral, o BDNF por sus siglas en inglés, que favorece el crecimiento neuronal. Son numerosos los estudios que demuestran mejoras en la función cognitiva y la prevención de enfermedades neurodegenerativas o de la demencia senil asociadas al ejercicio.
Además, tras el ejercicio aeróbico, la sustancia con un mayor incremento fue el beta-hidroxibutirato, como resultado del cambio en la obtención de energía a partir de las grasas en lugar de la glucosa. Este cuerpo cetónico es un viejo conocido en este espacio, porque es una de las sustancias que se inducen durante el ayuno intermitente, o bien en respuesta a dietas cetogénicas. Y curiosamente, también induce la expresión del factor BDNF en regiones como el hipocampo. Estudios en animales han encontrado que la administración de beta-hidroxibutirato mejora la memoria y el aprendizaje.
"Este hallazgo nos acerca a la 'píldora del ejercicio', que producirá los beneficios del ejercicio sin moverse del sillón"
Por otro lado, el succinato es uno de los metabolitos más importantes derivados de ejercicio de fondo. Esta sustancia es capaz de inducir en algunos adipocitos, o células que almacenan grasa, el aumento del gasto energético con beneficios para el metabolismo. Además, se ha descubierto recientemente que el succinato puede actuar como señal para el aumento de la fuerza muscular.
Respuesta a distintos tipos de ejercicio
Más allá de los innumerables detalles de este trabajo, lo verdaderamente importante es que pone sobre la mesa varias cuestiones. En primer lugar, las diferencias en la respuesta a diferentes tipos de ejercicio, a nivel molecular. En segundo lugar, la innumerable cantidad de estas sustancias que se generan en respuesta al ejercicio. Y en tercer lugar, facilita una conexión entre algunas de estas sustancias y los beneficios a nivel metabólico y cognitivo de la actividad física.
También podría parecer que este tipo de descubrimientos nos acerca a la ansiada 'píldora del ejercicio', esa pastilla que producirá todos los beneficios del ejercicio sin moverse del sillón. Sin embargo, la complejidad de toda la red de sustancias y procesos metabólicos que se asocian con la actividad física, aparte de los propios procesos físicos vinculados al desarrollo de la actividad muscular y el movimiento, hace sospechar que dicha píldora nunca alcanzaría los beneficios reales del propio ejercicio. El organismo es tan complejo que hace no muchos años no podíamos pensar que algo como levantar pesas en el gimnasio o pasear con la bicicleta podía ser beneficioso para nuestro cerebro y prevenir o retrasar las enfermedades neurodegenerativas.
Seguiremos descubriendo más y conociendo los cómos y porqués, pero mientras tanto dejemos al organismo hacer lo que mejor sabe en respuesta a lo que está diseñado: moverse.
El ejercicio es, sin duda, uno de los pilares de la buena salud. Es un tema que hemos venido tratando en este espacio en sus diferentes vertientes. Y es que el ejercicio tiene beneficios a todos los niveles: pérdida o mantenimiento de peso corporal, metabolismo de la glucosa, mejora de la capacidad cardiorrespiratoria, tensión arterial, mejora de la fuerza y la movilidad, beneficios para el sistema inmune y la capacidad antioxidante, e incluso para la función cognitiva. Y también es una de las mejores terapias antienvejecimiento.