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Dietas bajas en carbohidratos para tratar la diabetes
  1. Más años, más vida
Ángel Durántez

Más años, más vida

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Dietas bajas en carbohidratos para tratar la diabetes

La insulina y el estricto control de los hidratos de carbono han sido los pilares contra la diabetes tipo 2. El enfoque cambia y ahora se evalúa el efecto de una dieta pobre en estos nutrientes

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

La diabetes tipo 2 es, sin lugar a dudas, una de las enfermedades metabólicas más prevalentes en nuestra sociedad, asociada al sobrepeso y a malos hábitos de vida. Se estima que 1 de cada 11 adultos a nivel mundial padecen la enfermedad, siendo causa de un 11% de las muertes cada año.

El tratamiento de elección en la actualidad es la metformina -de la que hemos hablado por su vínculo con las terapias antienvejecimiento- y en fases más avanzadas la insulinoterapia. Nuevos fármacos como la semaglutida están ganando fuerza también, con mejoras en el control de los niveles de azúcar en sangre.

Antes de que llegara la insulina se recomendaba hacer ayunos hasta hacer desaparecer el azúcar en la orina

Sin embargo, las consecuencias a largo plazo de la diabetes tipo 2 son difíciles de atenuar, con un aumento del riesgo cardiovascular, de enfermedad renal, retinopatía o el conocido como pie diabético.

En las últimas décadas, la insulinoterapia ha sido la referencia, junto con dietas saludables bajas en grasas y con un contenido aproximado de carbohidratos del 55% de la energía diaria, la misma que para población general. Pero esto no siempre fue así. Antes del descubrimiento de la insulina, podemos encontrar documentos y guías clínicas de principios del siglo XX que recomendaban al enfermo ayunos de mayor o menor duración, hasta hacer desaparecer el azúcar en la orina, o reducir el consumo de carbohidratos al mínimo posible.

Control glucémico y de peso

Las dietas bajas o muy bajas en carbohidratos son de nuevo tendencia, asociadas al auge de la dieta cetogénica y sus efectos en el metabolismo, cuando la principal fuente de combustible pasa de ser la glucosa a los cuerpos cetónicos procedentes de las grasas.

Algunos investigadores han seguido el razonamiento de que si la diabetes es una 'intolerancia' a los carbohidratos, no tiene sentido intentar mantener una dieta con un nivel normal de este nutriente y tener que forzar el aporte externo de insulina para contrarrestarlo. Máxime cuando diferentes estudios han demostrado que es posible mantener una buena salud con ingestas moderadas o bajas en carbohidratos, aun sin llegar al extremo de una dieta cetogénica.

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Foto: Unsplash/@sandriniya.

Las dietas bajas en carbohidratos también se han asociado a la pérdida de peso de los pacientes, un factor importante, ya que el retorno al normopeso desde la obesidad es muy favorable para la mejora de la enfermedad y el retorno de la sensibilidad a la insulina. En la práctica clínica, cada vez son más los casos donde una dieta baja en carbohidratos facilita la pérdida de peso, un mejor control glucémico y una reducción de las unidades de insulina.

Habla la ciencia

Un reciente metaanálisis (estudio que recopila datos de multitud de investigaciones similares) ha analizado la eficacia y seguridad de las dietas bajas o muy bajas en carbohidratos para la remisión de la diabetes tipo 2. En este trabajo se han incluido ensayos clínicos aleatorizados, donde se aplicaron dietas con menos de 130 gramos al día de carbohidratos (bajas en carbohidratos) o menores a 50 gramos (muy bajas en carbohidratos). Se incluyeron 23 ensayos clínicos con un total de 1.357 participantes.

Los parámetros medidos para considerar la remisión de la diabetes tipo 2 fueron hemoglobina glicosilada menor al 6,5% o glucosa en ayunas menor a 7 mmol por litro (126 mg/dL), con o sin uso de medicación para la diabetes. También se analizó la pérdida de peso, y los efectos adversos, en su caso. El metaanálisis arrojó como resultado que las dietas bajas en carbohidratos consiguieron mayores porcentajes de remisión de la diabetes, con un 57% frente al 31% de la dieta de referencia para la diabetes, baja en grasas.

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Foto: Unsplash/@jamievalmat.

Pero si algo sabemos es que la peor dieta es aquella que no se sigue. Los estudios con dietas para la pérdida de peso demuestran, una y otra vez, que se suele hallar un efecto máximo alrededor de los seis meses tras el inicio, recuperando el peso inicial hacia el año. En ese sentido, las dietas bajas en carbohidratos consiguieron mejoras importantes en pérdida de peso, triglicéridos y sensibilidad a la insulina a los seis meses, que, sin embargo, se atenuaron tras un año del inicio del estudio. Y también fueron mejores que las dietas muy bajas en carbohidratos a los seis meses, precisamente por ser menos restrictivas y facilitar lo que se llama adherencia a la dieta: el seguimiento estricto por parte del paciente.

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En referencia a los efectos adversos, tan solo se encontró un empeoramiento, no estadísticamente significativo, en los niveles de colesterol LDL a los doce meses. Hay que señalar que, especialmente en aquellos casos de pacientes insulinodependientes, es muy importante el control del facultativo, para reducir y ajustar las dosis de insulina en paralelo a la disminución de carbohidratos en la dieta, de forma paulatina, evitando el riesgo de una hipoglucemia.

En definitiva, este estudio pone de manifiesto que las dietas moderadas en carbohidratos pueden ser una herramienta terapéutica de utilidad, junto con los fármacos actualmente utilizados para el tratamiento de la diabetes tipo 2. Así lo demuestra el hecho de que diferentes asociaciones médicas, como la americana o la de Reino Unido, hayan incluido en sus últimas recomendaciones el uso de este tipo de dietas como una posible alternativa.

Poco a poco, probablemente, veremos extenderse el uso de este tipo de dietas que, junto con el ejercicio y la mejora de los hábitos del paciente, puede conseguir rebajar la medicación, y en algunos casos incluso la remisión total de la enfermedad. Algo impensable hace no muchos años.

La diabetes tipo 2 es, sin lugar a dudas, una de las enfermedades metabólicas más prevalentes en nuestra sociedad, asociada al sobrepeso y a malos hábitos de vida. Se estima que 1 de cada 11 adultos a nivel mundial padecen la enfermedad, siendo causa de un 11% de las muertes cada año.

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