Más años, más vida
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El ejercicio, un extraordinario 'antiaging' del sistema inmunitario
Que la actividad física beneficia a la salud y a las defensas está confirmado por estudios en deportistas de élite. Pero ¿cómo protege contra el covid y la vejez prematura de la inmunidad?
Mucho se ha hablado durante la pandemia, y se seguirá hablando, de las diferentes estrategias para luchar contra el coronavirus. Las vacunas son las estrellas, al igual que algunos fármacos con los que el entusiasmo se hincha y deshincha como un globo, caso de la hidroxicloroquina o la ivermectina.
También se ha hablado mucho de algunos suplementos nutricionales, de los que la estrella es la vitamina D, efectiva en algunos ensayos clínicos donde se ha reducido la gravedad de los síntomas por covid-19.
Lo que tal vez no ha trascendido tanto a la opinión pública es la importancia del ejercicio para prevenir y reducir las complicaciones por covid. Y es que la actividad física se suele asociar a la pérdida de peso o a la mejora de la salud cardiovascular, pero no tanto a otros aspectos como son la inflamación crónica o el estrés oxidativo.
¿Por qué es bueno para las defensas?
La actividad física habitual es positiva para las defensas y reduce el riesgo de infecciones respiratorias. En los años 80 del siglo pasado, David Nieman observó que los individuos que practicaban ejercicio de forma regular y moderada tenían menor riesgo de infección respiratoria que los sedentarios. Posteriormente se comprobó que tanto la agresividad de las células del sistema inmune ante un invasor como su capacidad para multiplicarse durante una infección mejoraban con el ejercicio regular. Y esto se aplicaba también a los mayores, atenuando la reducción de la capacidad de defensa asociada a la edad.
El ejercicio, además, puede proteger contra el envejecimiento prematuro del sistema inmunitario (inmunosenescencia). En la cuarta década de vida, la mayor parte de la población ha contraído algún virus de la familia de los citomegalovirus, como el herpes o el Epstein-Barr. Una vez en nuestro organismo, estos virus quedan en estado latente, manifestándose cuando nuestras defensas están bajas. Si nuestras defensas no funcionan adecuadamente, se produce un envejecimiento acelerado de las mismas debido a esos episodios de reinfección.
Antiinflamatorio natural
Además de actuar como estimulante de nuestra inmunidad, el ejercicio puede atenuar otros factores que dificultan la acción de nuestro sistema defensivo frente a las infecciones. Ya hemos hablado en este espacio de un término denominado inflammaging, que relaciona el envejecimiento con la inflamación crónica. Este estado constante de inflamación de baja intensidad, pero continuado en el tiempo, se asocia y perpetúa en el círculo vicioso de las enfermedades metabólicas: obesidad, diabetes tipo 2, cardiovasculares o las neurodegenerativas, entre otras.
Hace más de veinte años, Pedersen describió algo realmente novedoso en aquel momento, como era el hecho de que el ejercicio induce la liberación por el músculo de IL-6, una sustancia que actúa como antiinflamatorio. Desde ese momento se han descubierto innumerables sustancias producidas por el músculo, denominadas de forma general mioquinas, que tienen multitud de efectos beneficiosos en el organismo, entre ellos, reducir la inflamación.
¿Por qué es la inflamación crónica importante frente a las infecciones? Una de las lecciones que hemos aprendido ante la pandemia es que un peor estado de salud general, con obesidad y enfermedades metabólicas, se asocia con peor pronóstico, mayor riesgo de hospitalización y síntomas más graves por covid-19. Y la inflamación está muy presente en los casos más graves de la enfermedad pandémica (recordemos la llamada tormenta de citoquinas).
Si al sedentarismo le agregamos la edad avanzada y el envejecimiento, el panorama empeora. María Blasco, del CNIO, ha descrito cómo el envejecimiento y una menor longitud telomérica se asocian con peor pronóstico al empeorar la fibrosis pulmonar por covid-19.
Ejercicio como antioxidante
En la fibrosis pulmonar por coronavirus no solo está presente la inflamación. Otro factor que suele estar asociado es el estrés oxidativo. Los radicales libres dificultan la capacidad de nuestras defensas para combatir virus y bacterias. Y, de nuevo, la edad y el sedentarismo empeoran esta situación al reducir nuestra capacidad antioxidante.
Investigadores españoles de la Universidad de Granada han publicado un trabajo en el que detallan cómo el ejercicio puede reducir el estado inflamatorio crónico, así como el estrés oxidativo. Y, además, lo vinculan a la función de esos compañeros de viaje que residen en nuestras células, las mitocondrias, y que, por cierto, son uno de los objetivos de las terapias antienvejecimiento.
El ejercicio moderado induce con el tiempo adaptaciones que hacen que se reduzca la cantidad de radicales libres que se originan durante la contracción muscular, manteniendo la producción de estas sustancias a niveles fisiológicos. Esto es positivo porque, como hemos mencionado, una actividad muy elevada de los radicales libres inhibe la acción de nuestros glóbulos blancos y defensas. Además, nuestros sistemas de defensa antioxidante se ven reforzados.
Escudo protector
Uno de los efectos positivos, por encontrar alguno a esta pandemia, es la cantidad de conocimiento que se está generando alrededor de numerosos aspectos en salud. Y esta relación entre ejercicio, riesgo de infección y severidad de covid-19 no queda fuera.
Se ha observado cómo en una muestra de 249 individuos, con una media de edad de 59 años, la capacidad máxima de hacer ejercicio se asocia de forma independiente con una menor probabilidad de hospitalización por covid-19.
Otro estudio en Reino Unido, con más de 48.000 pacientes, encontró que aquellos que hacían al menos 150 minutos de actividad física semanal, en línea con las recomendaciones de la OMS, tenían una mortalidad 2,5 veces menor por covid que los sedentarios. Algo similar se ha observado en Corea del Sur.
Curiosamente, un estudio franco-suizo ha hallado que es la fuerza y la masa muscular el factor protector frente a covid-19 en una muestra de más de 3.100 individuos mayores de 69 años. Y la protección no es nada desdeñable, con un riesgo un 60% menor de hospitalización. También la capacidad cardiorrespiratoria parece tener un efecto escudo.
No creo que hayamos tenido que esperar a que llegara la pandemia para animarnos a hacer ejercicio, aunque ese parece haber sido un efecto rebote positivo del confinamiento. Si ya sabíamos que movernos es bueno para nuestra salud por muchas razones, ahora tenemos más argumentos en nuestra mano.
La actividad física favorece la pérdida de peso, mejora el metabolismo y reduce el riesgo cardiovascular. Es un antiinflamatorio y antioxidante natural, además de un estimulante de las defensas. Y reduce el riesgo de contraer covid o de sus consecuencias. ¿Alguien da más?
Mucho se ha hablado durante la pandemia, y se seguirá hablando, de las diferentes estrategias para luchar contra el coronavirus. Las vacunas son las estrellas, al igual que algunos fármacos con los que el entusiasmo se hincha y deshincha como un globo, caso de la hidroxicloroquina o la ivermectina.
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