Revolución verde
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Coles de Bruselas: desde hoy te sabrán distinto
Una verdura no demasiado popular que resulta mucho más apetecible cuando se prepara de otro modo
Al igual que el repollo y la lombarda, las coles de Bruselas pertenecen a la familia de las crucíferas, auténticas exquisiteces del invierno. No hay mal que por bien no venga, y ante el fastidio que el frío acarrea, ahora tenemos, por lo menos, la gran ventaja de disfrutar de estas verduras en sus mejores días. Su paradójica capacidad para resistir las bajas temperaturas y necesitar al mismo tiempo de las inclemencias las vuelven más crujientes, sabrosas y compactas. Del repollo salieron las coles (un repollo en miniatura) y del cruce entre una col de Bruselas y una lombarda se produjo la variedad morada, que tiene un sabor más potente, aunque menos azufrado.
A pesar de su especial belleza, las dos primeras capas de la verdura deben desecharse, ya que son más bastas y suelen estar dañadas por el trasiego de la colecta, los insectos y el transporte. Una vez retiradas, podemos guardar las coles en el frigorífico, cubriéndolas con un paño mojado para que no pierdan humedad y se sigan manteniendo en buenas condiciones durante al menos cuatro días más.
Para que puedas apreciar su fabulosa textura hoja por hoja, te presento una receta muy rápida y sencilla combinada con un pescado de temporada.
Coles salteadas con lascas de bacalao
Ingredientes
- Coles moradas
- Una buena tajada de bacalao
- Sal
- Aove (aceite de oliva virgen extra)
- Pimienta
- Podéis también añadirle alguna salsa como tomate o teriyaki
Elaboración
Da un corte en la base de la col, retira las dos primeras capas y deshoja por completo la verdura.
Cuece las hojas durante 30 segundos en agua con sal (unos 20 g de sal por cada litro de agua).
Escúrrelas. Vierte en una sartén las hojas recién cocidas y sazónalas ligeramente con sal y aove. Bastan unos segundos para que cojan bien el sabor del aceite.
Repite la operación con el bacalao utilizando la misma sartén, a fuego medio, sin piel y cortado en trozos. Bastan unos segundos para que quede jugoso por dentro (si se deja demasiado tiempo, quedará fibroso).
Una vez preparados sendos ingredientes, emplátalo y ya lo tienes listo para comer.
Con una pizca de pimienta es una delicia, aunque un poco de caldo de cocina, salsa de soja o curri le vienen que ni pintado.
Estoy seguro de que a partir de hoy las coles no serán lo mismo para ti.
Al igual que el repollo y la lombarda, las coles de Bruselas pertenecen a la familia de las crucíferas, auténticas exquisiteces del invierno. No hay mal que por bien no venga, y ante el fastidio que el frío acarrea, ahora tenemos, por lo menos, la gran ventaja de disfrutar de estas verduras en sus mejores días. Su paradójica capacidad para resistir las bajas temperaturas y necesitar al mismo tiempo de las inclemencias las vuelven más crujientes, sabrosas y compactas. Del repollo salieron las coles (un repollo en miniatura) y del cruce entre una col de Bruselas y una lombarda se produjo la variedad morada, que tiene un sabor más potente, aunque menos azufrado.
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