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La apatía pandémica: así es posible vencerla
  1. Tener perspectiva
Dr. Enrique Rojas

Tener perspectiva

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La apatía pandémica: así es posible vencerla

Sumergidos en el miedo, la tristeza y la desmoralización por culpa de la invasión del nuevo virus sí podemos hacer mucho para salir más fuertes y salvaguardar la felicidad: coger perspectiva y hacer algo que merezca la pena con nuestras vidas

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Estamos cansados de esta pandemia interminable. Casi todas las noticias son malas. Estamos viviendo un síndrome por exceso de información negativa. De aquí y de allá. Dos notas asoman en el paisaje psicológico: miedo y tristeza; temor al contagio y a todo lo que vemos y oímos y melancolía. El primero significa inquietud, incertidumbre, anticipación negativa.

"Estoy acostumbrado por mi oficio a entrar y salir en la vida ajena para saber lo que le pasa al otro y meterme en el sótano de su personalidad"


El segundo: apatía, bajón anímico y desmoralización. Un sol de terciopelo pinta el paisaje de rojo. ¿Qué hacer ante estos hechos, cuál es la mejor manera de reaccionar?

La mirada del cerdo o la visión del águila

Para mí la mejor fórmula es esta: poner las luces largas y mirar por elevación. Hay dos modos de captar la realidad: la mirada del cerdo y la visión del águila; una se queda en el aquí y el ahora, lo que está pasando en este momento, es incapaz de levantar la cabeza y mirar hacia el horizonte, a la lejanía; la otra, se alza y es panorámica y observa los hechos con altura de miras.

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Unsplash/@eduarautun.

Estoy acostumbrado, por razón de mi oficio, a entrar y salir en la vida ajena con intención de comprender lo que le pasa al otro y meterme en el sótano de su personalidad, en el cuarto de máquinas, y buscar las raíces de su conducta. Y poner los medios para ayudarle a salir de esa circunstancia adversa: depresiva, ansiosa, temerosa o la instalación en un conflicto en donde no se ve una salida fácil.

Buscando el ángulo positivo

Es fundamental tener perspectiva de la vida personal. Visión de largo plazo. Ser capaz de otear en la lejanía y descubrir, a pesar de todo, el ángulo positivo… Muchas veces escondido, sumergido en el barullo de hechos nocivos que nos inundan. Siempre han existido dramas colectivos en la historia del mundo: desde guerras cruentas a desastres históricos, desde el comunismo y el nazismo del siglo XX a epidemias de grandes magnitudes. Pero está claro que la pandemia del covid-19 es mundial y que no deja a ningún país libre de ella. Y que su repercusión es poliédrica: sanitaria, psicológica, social y económica. Y más cosas. Esto pasará. Las investigaciones médicas ya están dando resultados. Y, en breve, esto se irá resolviendo, aunque con unas erosiones de enorme gravedad. Pero se superará. ¿Qué conclusiones positivas podemos sacar de toda esta experiencia, nunca vista hasta ahora, en extensión y dureza?

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Primero: la fragilidad de la vida; un microorganismo que solo lo podemos ver al microscopio electrónico ha parado el mundo. Y nos ha dejado a los pies de los caballos. En la historia de las epidemias nunca había sucedido algo igual, de estas proporciones globales. Que nos invita a pensar, cueste lo que cueste, que la vida se acaba. Vivimos como si no existiera la muerte. De hecho, la muerte es la gran ausente de nuestra cultura. No hablamos de ella y el que la menciona nos causa desagrado. Toda filosofía nace a orillas de la muerte. Cuando se nos muere alguien muy cercano, pensamos y utilizamos esa expresión tan común del lenguaje coloquial: ¡hay que ver lo que es la vida! Tener respuestas al sentido de la muerte es saber qué sentido tiene la vida. De dónde venimos, a dónde vamos, qué es lo que debemos hacer con nuestra existencia.

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Segundo: otra conclusión positiva es hacer balance existencial. Que no es otra cosa que arqueo de caja. Hacemos recuento con nosotros mismos y cada segmento de nuestra travesía rinde cuenta de su viaje. Paseo la mirada por ver cómo es y ha sido nuestra personalidad y a continuación me adentro en los cuatro principales argumentos de la existencia, que desfilan delante de nosotros y nos invitan a un análisis de ellos. Ese estudio está erizado de dificultades, ya que la mejor de las vidas está llena de fallos, errores, sinsabores, etc. Y, al mismo tiempo, muchas veces es mejor esquivar ese bucear en el inventario de vivencias… Uno prefiere pasarlo por alto, sestearlo, dejarlo de lado…

"Se sufre al ver nuestras limitaciones y malos enfoques. Porque la vida es la gran maestra. La vida enseña más que muchos libros"


Porque se sufre al ver nuestras limitaciones y malos enfoques. Porque la vida es la gran maestra. La vida enseña más que muchos libros. Y si no nos atrevemos de alguna manera a entrar en esa tetralogía, exploramos sus contenidos: amor, trabajo, cultura y amistad. Estos cuatro arbotantes deben estar grabados en piedra en nuestro interior.

Salir del propio sótano

Hay que lograr ordenar los hechos y ser benevolentes con nosotros mismos, sabiendo que los fracasos contienen muchos valores escondidos, que nos curan de nuestra arrogancia, fortalecen la voluntad y nos invitan a volver a empezar.

Porque el fracaso está en el subsuelo de cualquier vida. Tener el coraje y la determinación de enderezar aquello que se ha torcido, de superar adversidades y derrotas. A la corta eso nos deja hundidos… Pero a la larga no pasa casi nada. Los que pierden ganan, si cambiamos el enfoque. La felicidad consiste en hacer algo que merezca la pena con la propia vida, cada uno según sus posibilidades y puntos de partida. Por encima del coronavirus. La infelicidad es un sótano sin vistas a la calle.

Estamos cansados de esta pandemia interminable. Casi todas las noticias son malas. Estamos viviendo un síndrome por exceso de información negativa. De aquí y de allá. Dos notas asoman en el paisaje psicológico: miedo y tristeza; temor al contagio y a todo lo que vemos y oímos y melancolía. El primero significa inquietud, incertidumbre, anticipación negativa.

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