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El corazón se pilota por la inteligencia y se acompaña de cultura
  1. Tener perspectiva
Dr. Enrique Rojas

Tener perspectiva

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El corazón se pilota por la inteligencia y se acompaña de cultura

La peripecia de cada día es una batalla campal con uno mismo por no abandonarse y dejar las ilusiones juveniles de lado, ante los muchos avatares por los que hay que pasar

Foto: Foto: Unsplash/@freestocks.
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El hombre es un animal descontento. Su existencia es una toma de conciencia permanente de sus limitaciones en los más diversos aspectos. Ortega decía que la esencia del hombre era la soledad. Para Zubiri, la inquietud. El pensamiento existencialista cifraba el sentimiento más directo para tomarle el pulso a la vida en distintos estados: para Unamuno, el sentimiento trágico y el afán y la sed de ser más; para Heidegger y Kierkegaard: la angustia; en las ideas sartrianas, la náusea; en Gabriel Marcel hay que destacar la trascendencia.

"La peripecia de cada día es una batalla campal con uno mismo por no abandonarse y dejar las ilusiones juveniles de lado, ante los muchos avatares por los que hay que pasar"


Pero la peripecia de cada día es una batalla campal con uno mismo por no abandonarse y dejar las ilusiones juveniles de lado, ante los muchos avatares por los que hay que pasar. La costumbre de vencerse y de no ceder terreno en los retos personales porque todo lo humano es deficitario, indigente, apurado, siempre a vueltas con sus obstáculos y restricciones. Esto podemos llevarlo muy especialmente a la afectividad.

La epidemia moderna: la ruptura

Hoy asistimos a una de las nuevas epidemias modernas que cierran este final de siglo: las rupturas de pareja. El espectáculo es importante. A diario vemos y escuchamos gente que más o menos conocemos que se ha separado. ¿Qué está ocurriendo? ¿Qué teclas andan sueltas para que esto sea tan difícil mantenerlo?

placeholder Foto: Unsplash/@siora18.
Foto: Unsplash/@siora18.

Uno de los indicadores de la madurez psicológica es la serena toma de conciencia de las dificultades de la vida. Pero aquí me refiero a una cuestión de base, elemental, que vertebra la vida colectiva de una sociedad. Hay dos visiones de la realidad, que son opuestas y a la vez complementarias. La actitud romántica y la clásica. El hombre romántico es aquel que describe la corriente de un río desde dentro. Hay un contacto directo, siente la frialdad del agua que refresca sus pies. La reseña que hace ese hombre es vida, directa, el hombre mismo es parte del río, es uno más de sus contenidos mientras está en medio del torrente. Esta es la forma de ver la vida que tiene el romántico.

El movimiento romántico se desarrolla desde el último cuarto del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XIX. En España aparece más tardíamente y se extingue también después que en el resto de los países europeos. El movimiento engloba aspectos de pensamiento (filosóficos), literarios y artísticos. Lo romántico es equivalente de sentimental: es el reconocimiento del valor que tiene la vida afectiva, tanto como camino de conocimiento, como una forma esencial de percibir la vida con toda la riqueza que esta tiene.

Se contrapone de este modo con la Ilustración, vigente en el siglo XVIII, que había entronizado la razón y que había caído en la tentación de explicarlo todo a través de la lógica y el plano de los razonamientos argumentales.

El hombre romántico

Para el hombre romántico, el sentimiento tiene un valor infinito, puesto que es capaz de descubrirnos la realidad última de cada uno de nosotros; el subsótano de la afectividad, donde anidan y residen las pasiones, los afectos, el mundo emocional en una palabra.

El hombre romántico observa la vida y la vive desde el ángulo exclusivo de los sentimientos. Es la supremacía de la afectividad sobre lo racional. La experiencia interior es el mejor camino para acercarse a lo absoluto y una de sus mejores vías es el arte. Este fue el santo y seña de Madame de Staël, Chateaubriand, Lamartin, Stendhal y la máxima figura Victor Hugo, todos ellos en Francia.

En Italia encontró la misma forma de expresión, con Manzoni y Leopardi como máximos exponentes; en este país se acompañó de un gran fervor patriótico en pro de la unidad y de la libertad de la patria. El pesimismo desesperado de Leopardi influyó mucho en la generación de su tiempo. Inglaterra tiene luz propia con Lord Byron, hombre aventurero y escandaloso, que destaca enormemente en medio de la mediocridad inglesa: el prototipo de poeta romántico: vida caótica, apasionada, surcada por el desorden, pero con una fina pluma. Es el más escandaloso, excéntrico, luminoso y terrible de esta generación. En Alemania: Hoffman, Hölderling y el músico excepcional Wagner.

El hombre romántico se baña de sentimiento, lo que quiere decir que va a enarbolar las banderas de la libertad, del nacionalismo y de los estados de ánimo próximos a la tristeza y al desaliento. Se da en él como una especial facilidad para sentir los sentimientos de forma desmesurada: ama hasta los límites de sus propias fuerzas y experimenta la soledad y el sufrimiento hasta los bordes máximos… Es el ansia de infinito que desea vivirse hasta verse desbordados y próximos al suicidio, como ocurrió con el Werther de Goethe.

Las claves psicológicas

En España lucen los nombres de José Zorrilla con su célebre Don Juan, además de Espronceda, Becquer, Rosalía de Castro y Mariano José de Larra, que terminaría suicidándose. Este triunfó gracias a los españoles que volvieron de la guerra de la Independencia y al gobierno absolutista de Fernando VII, que traían consigo las nuevas ideas literarias y filosóficas que imperaban en Francia e Inglaterra.

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Foto: iStock.

Los dramas de Zorrilla representan la forma más lúcida del romanticismo español, que va desde su Traidor, inconfeso y mártir, hasta el Don Juan Tenorio, que encarna el arquetipo español de la época: personajes misteriosos, exaltación del amor apasionado, ambiente popular, damas enamoradas que no son correspondidas, hijas abandonadas… Todo destila pasión y sentimiento.

¿Cuáles son las principales características psicológicas del romántico? La más esencial es la forma apasionada de vivir envuelto por las pasiones y por el afán de libertad. Junto a estas notas hay que añadir el culto por la intuición, la sensibilidad, la ausencia de normas y reglas de expresión tanto literaria como filosófica; brotan así los mundos interiores, en los que viven las fuerzas más ocultas del hombre. Allí hay que ir para buscar el talento.

Originalidad, manifestación del propio estilo frente a los cánones tradicionales, todo lo que suena a homogeneidad entre los hombres está mal visto. Surge así la gran idea de un hombre misterioso, interesante, que invita a que se le conozca, con un cierto aire impenetrable, en donde residen valores y sentimientos valiosos que deben ser conocidos y explorados.

El corazón debe ser pilotado por la inteligencia y acompañado por la cultura.

El hombre es un animal descontento. Su existencia es una toma de conciencia permanente de sus limitaciones en los más diversos aspectos. Ortega decía que la esencia del hombre era la soledad. Para Zubiri, la inquietud. El pensamiento existencialista cifraba el sentimiento más directo para tomarle el pulso a la vida en distintos estados: para Unamuno, el sentimiento trágico y el afán y la sed de ser más; para Heidegger y Kierkegaard: la angustia; en las ideas sartrianas, la náusea; en Gabriel Marcel hay que destacar la trascendencia.

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