Tener perspectiva
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El hombre sin rumbo que ha perdido su derrotero (y debe recuperarlo)
El actual ritmo frenético ha llevado a la pérdida de referentes morales, a la trivialización de las palabras. Se necesitan modelos de identidad fuertes que enseñen las claves para vivir
Veo mucha gente en mi consulta que se encuentra desorientada en lo fundamental… Malos tiempos corren cuando hay que enfatizar lo obvio. Y son muchos los factores que nos han llevado a ese estar perdido, desconcertado, sin hacer pie y sin tener unos referentes claros, coherentes, firmes, que empujen con fuerza a toda la existencia hacia delante, luchando por superar los obstáculos que se vayan presentando.
El que está perdido no sabe a dónde va. Y necesita irse encontrando, recuperar la dirección y el rumbo, para circular de la mejor manera posible.
Asistimos al desgaste de las creencias y las ideas que daban firmeza, plenitud y felicidad a la vida
¿Qué ha pasado en las últimas décadas en nuestra cultura para que esto se haya producido? ¿Cuáles son las claves que explican este fenómeno de perder el derrotero y no encontrar el trazado para dirigir la vida personal hacia buen puerto?
Para mí, hay unas variables que se entremezclan para originar este hecho.
Cambios vertiginosos en cuestiones esenciales
Hoy la vida va demasiado deprisa, y no solo su ritmo, también los ingredientes que se alojan dentro de ella. Hemos cambiado en dos décadas más que en un siglo. Los avances, la técnica, las modernas investigaciones han revolucionado nuestra forma de vida. El arte de la conversación, por ejemplo, que tanta riqueza nos da, se está perdiendo, está siendo sustituido por mensajes de WhatsApp o comentarios en las distintas redes sociales. ¿Cuántas veces hemos visto a una pareja sentada en una cafetería atendiendo solo al teléfono móvil? Asistimos al desgaste de las creencias y de las ideas que daban firmeza, plenitud y felicidad a la vida. Todo arde en el mercado de la modernidad. Unas cosas quedan y dan fuego. Pero otras, desgraciadamente, se desvanecen, y dejando al hombre huérfano.
Malversación de las palabras
Se ha ido produciendo últimamente una especie de malversación de palabras, que ha llevado al uso, abuso y falsificación de los conceptos primordiales. Hay toda una manipulación producida aquí y allá, que desdibuja y trivializa las nociones. Un ejemplo es el deterioro de la palabra amor. Las nuevas tecnologías facilitan la búsqueda de la satisfacción sexual en detrimento de los sentimientos. Puedes 'elegir o descartar' a tu futura pareja según deslices la pantalla a la izquierda o a la derecha, y luego reza para que esa persona te conteste a los mensajes, porque si no tu autoestima se verá afectada.
Exceso de información
El bombardeo constante de noticias e informaciones a través de los grandes medios de comunicación. Información minuciosa, milimétrica, precisa, casi siempre centrada en términos negativos, polémicos y políticos, que nos dejan fríos o desencantados. Información que no es formativa, que no hace al hombre más maduro, ni lo mejora, ni lo enriquece, sino que lo deja en un estado de ánimo que bascula entre el pesimismo, el no saber a qué atenerse y el pensar lo mal que está el mundo. Cualquier disciplina académica, la que sea, tiene hoy tal riqueza de datos, referencias, investigaciones y reseñas que uno se puede perder en esa selva de notas y citas, si no se anda con cuidado.
El síndrome del exceso de información se compone de los siguientes síntomas: la persona que se encuentra embargada por él está con ansiedad, inquieta, descontrolada; aunque la palabra que mejor la define es aturdimiento por la abundancia y dispersión de datos.
Vidas famosas vacías
La presentación permanente de vidas famosas sin mensaje interior. Antes era en la televisión, ahora son también los llamados youtubers, instagramers, blogueros. Da pena asistir a este espectáculo permanente: modelos, cantantes, artistas en sus más diversas artes. Pocas veces nos encontramos con contenido valioso y profundo, de alguien que enseña otra visión de la jugada de la vida, distinta de esas tan manidas y sobadas. Y no digamos nada de las revistas del corazón que nos muestran la decadencia de la forma de vida familiar, exhibiendo las rupturas conyugales y persiguiendo sus pasos para saber a dónde dirigen sus vidas. Interesa la vida ajena de personajes conocidos, pero rota, truncada, hecha añicos. Hay un fondo morboso en esa inclinación. Las desgracias ajenas nos gustan porque compensan las propias.
Ausencia de líderes
Todo esto va conduciendo a una ausencia de líderes. Líder es una palabra de procedencia inglesa que significa guía, jefe, conductor, persona que va delante enseñando con su tipo de vida un estilo superior de existencia. En esas personas podemos ver los grandes argumentos repletos de sentido, atractivos, sugerentes, invitándonos a seguir en esa dirección. Esa es la tarea del educador: dirigir, orientar, descubrir lo mejor de lo que el hombre es capaz haciendo atractivo lo que es costoso, pero que merece la pena alcanzar. La ausencia de un líder lleva a uniformar la masa en el peor sentido de la palabra, otorgándole la victoria a una mediocridad que se va imponiendo día a día.
Transitamos hacia una desorientación moral al diluirse los criterios personales y orientarnos más hacia los sociales
Al margen de la moral
El resumen de lo anterior termina en la desorientación de los temas claves de la vida. La moral es el arte de vivir con dignidad, como corresponde al ser humano. La costumbre de poner sobre la mesa lo más positivo que uno tiene. La moral es la estética de lo mejor. Decía Julián Marías en su libro 'Tratado de lo mejor' que “lo mismo es la meta de una utopía, mientras que lo mejor conecta con lo real”. La moral que va tejida e hilvanada de una tetralogía disolvente y giratoria, que yo he denominado moral light, es la apoteosis de los escenarios. Una vez que han caído las ideas globalizadoras, se mantienen unas exigencias morales muy básicas. De ahí transitamos hacia una desorientación moral al diluirse los criterios personales e ir más hacia los sociales.
Triunfo del relativismo
Llegamos así al relativismo. Lo que distingue a los hombres es su tipo de vida. Lo que llevan dentro y los valores de los que son portadores. La filosofía del relativismo desemboca en el escepticismo: indiferencia por saturación de contradicciones, afirmando que la verdad no existe o que el hombre es incapaz de alcanzarla. El relativismo tiene un todo devorador.
Se necesitan modelos de identidad fuertes que enseñen las claves para vivir. Enseñar es seducir por encantamiento. Lo que debe regresar es el establecimiento de la coherencia esforzada, que lucha titánicamente por no dejarse llevar por la moda del momento.
Veo mucha gente en mi consulta que se encuentra desorientada en lo fundamental… Malos tiempos corren cuando hay que enfatizar lo obvio. Y son muchos los factores que nos han llevado a ese estar perdido, desconcertado, sin hacer pie y sin tener unos referentes claros, coherentes, firmes, que empujen con fuerza a toda la existencia hacia delante, luchando por superar los obstáculos que se vayan presentando.
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