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Vivimos en el siglo de lo trivial y los jóvenes no se aferran a nada
  1. Tener perspectiva
Dr. Enrique Rojas

Tener perspectiva

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Vivimos en el siglo de lo trivial y los jóvenes no se aferran a nada

La forma en que sobreprotegemos a nuestros jóvenes y niños es al final contraproducente. Tienen que aprender a fracasar y a sobreponerse para alcanzar su desarrollo

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Hace unas semanas, en un artículo anterior, hablaba del hombre sin rumbo, y es que la sociedad actual ha perdido el camino. Pero hoy me gustaría dedicar unas líneas especialmente a la juventud del siglo XXI, que tiene un acceso a la información que no se había visto nunca y que, por esa misma saturación de información, no se aferran a nada; no tienen verdades absolutas, ni firmes. Deserción de cualquier compromiso, menos de inflar su yo, haciéndolo megalomaniaco.

Foto: Foto: iStock. Opinión

Los padres no estamos ayudando a mejorar este proceso… Se me ocurre, por ejemplo, ¿cuántas veces escuchamos en las noticias que un padre ha ido a reclamar a un profesor porque su hijo saca malas notas? Es algo que me asombra y me horroriza a la vez, porque tendríamos que estar trabajando todos a una para enseñar a nuestros hijos: educación, cultura, ética…, para dirigirlos y que se encaucen, que sigan un camino recto y que tengan un futuro con todas las oportunidades y posibilidades que queremos para ellos.

Darles todo

Pero nos perdemos nosotros mismos en el camino, intentando darles lo que no tuvimos y al final se promueve lo que yo llamo la 'vida light'. Esta expresión es emblemática de los tiempos que corren y que nos refleja bien a las claras un modelo humano que hoy podemos observar claramente (no solo en los jóvenes) y que es bastante pobre y sintomático de nuestra época.

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La vida light está rebajada, desvitaminizada, recortada en todo lo que exige la existencia, devaluado, aminorado en su esencia, convertido en saldo y descuento. Lo importante es pasarlo bien, sin esfuerzos ni luchas con uno mismo. Cualquier resultado es bueno. "La vida es el triunfo de los mass media". Eso lo decía Guy Debord en su libro 'Comentarios sobre la sociedad del espectáculo': la discusión actual está vacía, los medios de comunicación se apresuran a darnos noticias que en el fondo no dicen nada. Es una tarea ímproba para no aportar nada, para seguir en la línea de la diversión y del pasarlo bien. Sociedad frágil, cogida con hilos demasiado finos, que están a punto de romperse.

"La vida light está rebajada, desvitaminizada, recortada en todo lo que exige la existencia, devaluado, aminorado en su esencia, convertido en saldo y descuento"

La forma en que sobreprotegemos, en que defendemos y en que favorecemos (permitiéndoles a veces demasiado) a nuestros jóvenes y niños es al final contraproducente, ya que este método no les enseña a vivir, no saben aburrirse, no desarrollan su capacidad creativa, todo lo quieren de forma inmediata. ¿Cuántos de los que estáis leyendo estas líneas habéis jugado con la imaginación, habéis ido al espacio a explorar galaxias lejanas o a la selva en busca de algún tesoro escondido? ¿Cuántos os habéis raspado las rodillas al caer de un columpio? El acceso a la tecnología que tienen ahora les separa de las relaciones humanas. Están con sus amigos, pero no sueltan el móvil de la mano. Tampoco cuando ven una serie o una película (y eso que ya tienen una pantalla en frente), o cuando están en familia.

Sin aprendizaje no hay desarrollo

Es importante aprender a comunicarse, a relacionarse, a explorar los sentimientos de uno mismo y a entender los sentimientos ajenos. Y es que hay tantas cosas importantes que hay que saber en la vida… Es fundamental APRENDER, así en mayúsculas. Sin aprendizaje no hay desarrollo, ni cultura, ni ética, ni riqueza interior, ni relaciones con los que nos rodean.

La persona light es sumamente vulnerable. Tiene un cierto atractivo de entrada, pero de salida ofrece su auténtica imagen: vacío de valores

Se puede decir que la persona light es sumamente vulnerable. Tiene un cierto atractivo de entrada, es chispeante y divertida, pero de salida ofrece su auténtica imagen: vacío de valores, siempre centrado en el dinero, en pasarlo bien, huérfano de espiritualidad y lleno de contradicciones; no tiene voluntad, se frustra y se rinde con facilidad cuando no consigue sus objetivos, porque hasta ese momento nosotros se lo dábamos hecho.

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Tenemos que romper con ese patrón de conducta: hay que enseñarles a levantarse cada vez que sufren una derrota, porque de ellas se aprende, y se puede resurgir. El fracaso es necesario para la maduración de la personalidad. La vida humana está tejida de aciertos y errores, de cosas que han resultado como se habían proyectado y de otras que no han llegado a buen puerto. El fracaso es aquella experiencia interior de derrota consecuencia de haber puesto nuestro esfuerzo e ilusión en algo que no ha salido como esperábamos… La vivencia inmediata es negativa, está surcada por una mezcla de tristeza y desazón interior. Es de esto de lo que queremos proteger a nuestros hijos. Pero lo que viene después de esa reacción de hundimiento es lo que necesitan en la vida. Y es que se produce un análisis subterráneo que pretende desmenuzar el porqué de este resultado. Aflora sobre la marcha una cierta sorpresa, perplejidad, bloqueo, no saber qué hacer… Si el asunto es importante, la familia, las personas cercanas, acompañan y ayudan a pasar la travesía de la mejor manera. La frase oportuna, el recibir argumentos sólidos o simplemente el sentirse acompañados pueden ser elementos esenciales para sobreponerse.

Vivir con ilusiones

Si el sufrimiento es la forma suprema de aprendizaje, de sus diversas formas hemos de sacar provecho. La vida tiene distintos sabores; a lo largo de ella el paladar se va acostumbrando a captar sensaciones de todo tipo. Lo importante es tener claros los objetivos. No derrumbarse ante las contrariedades, ni ante imprevistos que presenta la vida. Esto es lo que tenemos que transmitir a nuestros hijos, tengan la edad que tengan. La vida es demasiado valiosa para darse por vencido. Puede que en un primer momento no tengas fuerzas, pero con el apoyo de los tuyos siempre podrás salir adelante.

No se puede vivir sin ilusiones. Hay que mantenerse vivo y coleando. Y para que estas ilusiones salgan adelante es necesario tener un afán de superación permanente. Ahí está la esencia de muchas vidas ejemplares. Siempre fuertes en la adversidad. Esa es, para mí, la mejor fórmula para llegar a ser uno mismo. Lo resumiría así en primera persona: crécete ante las dificultades, con fortaleza.

Hace unas semanas, en un artículo anterior, hablaba del hombre sin rumbo, y es que la sociedad actual ha perdido el camino. Pero hoy me gustaría dedicar unas líneas especialmente a la juventud del siglo XXI, que tiene un acceso a la información que no se había visto nunca y que, por esa misma saturación de información, no se aferran a nada; no tienen verdades absolutas, ni firmes. Deserción de cualquier compromiso, menos de inflar su yo, haciéndolo megalomaniaco.

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