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Todos los problemas tienen solución: desde la infancia a la tercera edad
  1. Tener perspectiva
Dr. Enrique Rojas

Tener perspectiva

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Todos los problemas tienen solución: desde la infancia a la tercera edad

A lo largo de la vida, a menudo nos sentimos atenazados por cuestiones que nos parecen insalvables. Pero son superables si echas mano de tus recursos personales como autoestima, motivación y adaptación al cambio

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A lo largo de la vida, a menudo nos sentimos atenazados por problemas que nos parecen insalvables. A veces las personas reaccionan de forma cortoplacista: falta una visión larga, panorámica, con perspectiva.

En la infancia, el bullying de los compañeros, las dificultades en los estudios o los diferentes miedos que nos van asaltando hacen que no siempre disfrutemos de los regalos de esta primera etapa de la existencia.

La infancia es la edad más feliz de la vida, pero sin un programa personal: todo está por descubrir, todo es pura novedad. En la adolescencia, con el descubrimiento de la sexualidad y la asunción de nuevas responsabilidades, se abre otra etapa llena de aventuras y satisfacciones, pero también de nuevos problemas que deberemos superar para entrar con buen pie en la edad adulta. Todo es posible cuando uno recorre esa etapa de la vida: el abanico de posibilidades que se abre ante nosotros es inmenso. Es esencial la educación de los padres.

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En la juventud estamos repletos de vida y nuestro programa personal va saliendo adelante, contra viento y marea. Las ilusiones se van haciendo realidad. Los sueños se van abriendo paso entre dificultades y esperanzas, educar es seducir con lo valioso. Y es clave tener modelos de identidad. Por fin sale lo que teníamos previsto. Los planes se convierten en hechos.

Ya en la madurez hallaremos en nuestra ruta escollos como el estrés, la ansiedad, el reto de estar en pareja o el de realizarnos a través del trabajo, entre muchos otros. Cuando eres joven estás lleno de posibilidades; cuando eres mayor estás lleno de realidades. Son dos notas clave de la biografía: posibilidades frente a realidades. Uno es lo que hace, no lo que dice. Dicho de otra manera: madurez es coherencia de vida, esfuerzo porque se dé una buena relación entre teoría y práctica, entre las ideas y los hechos: nuestra sociedad necesita más testigos que maestros. Es más importante una vida con cierta ejemplaridad que gentes que expliquen lo que hay que hacer y lo que es mejor. Ese es el reto. Madurez es saber gestionar con arte el proyecto personal, luchando contra viento y marea, sabiendo trabajar sus grandes argumentos: amor y trabajo son el gran maridaje.

En la tercera edad todo cambia. Uno es viejo cuando sustituye sus ilusiones por sus recuerdos. Cuando empieza a mirar más hacia atrás que hacia delante. La vejez no depende de los años, sino de las ilusiones por cumplir. Tener siempre planes, objetivos, retos, que nos arrastren hacia delante a pesar de que el cuerpo ya responda cada vez menos y el chasis se resienta y no tengamos la frescura somática y la salud de antaño. Y saber prepararnos para el final. Esta fase vital debe ser serenidad y benevolencia. Y también visión sobrenatural; lo decía Ortega: “Dios a la vista”. Aceptar que esto se acaba y tener respuestas sólidas.

Autoestima, motivación, adaptación y comprensión

Todo tiene solución si vives tu vida y echas mano de tus recursos personales a través de la autoestima, la motivación, la adaptación al cambio y la comprensión de los demás.

La psicología es un árbitro que dirige los partidos de la vida cotidiana. De hecho, en muchos equipos de futbol, el psicólogo está presente para motivar al grupo y resolver problemas individuales de autoestima, de partidos malos o derrotas inesperadas.

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Muchos buenos delanteros fallan repetidamente ocasiones cantadas de cara a portería porque tienen una crisis de confianza. Quizás a partir de un par de ocasiones erradas, los silbidos del público han hecho mella en el futbolista, que queda paralizado por el miedo escénico cuando tiene el gol de cara.

Del mismo modo, en nuestra liga diaria hay situaciones que nos bloquean y nos hacen sufrir porque recordamos un precedente de fracaso. Así funcionan las fobias y las limitaciones emocionales como el pánico al compromiso. Pero estamos en el mundo para crecer y aprender –a cualquier edad–.

Lamentablemente, no todo el mundo puede permitirse un terapeuta, ni los terapeutas disponen del tiempo que desearían dedicar a sus pacientes.

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Freud era un gran psicoterapeuta que, más allá de sus logros teóricos, consiguió curar a muchos de sus pacientes. Sin embargo, muchos no saben que no vio a más de noventa enfermos en toda su carrera. Dedicaba a cada persona muchas horas, casi como un miembro más de su familia, y las famosas patografías que se estudian en la Facultad de Psicología son de pacientes que él trató durante muchos años y a los cuales conocía perfectamente.

Hoy en día, un médico de la seguridad social ve a 50 enfermos en una sola jornada. Apenas tiene tiempo para cruzar tres o cuatro preguntas con el paciente y supervisar la medicación.

En mi consulta privada, tengo el privilegio de poder ahondar en la vida de la gente para ir hasta el fondo de los problemas. El conocimiento del otro te hace calibrar los matices. De hecho, en los Estados Unidos se han puesto de moda los chequeos psicológicos. Muchos pacientes me dicen que les gustaría conocer mejor cómo son y entender qué necesitan, igual que con un chequeo físico, pero en clave psicológica.

El psicólogo y el psiquiatra se han convertido en una especie de ingenieros de la conducta. La Psicología es la ciencia de la conducta. La Psiquiatría es una rama de la medicina que se dedica a la salud mental.

A lo largo de la vida, a menudo nos sentimos atenazados por problemas que nos parecen insalvables. A veces las personas reaccionan de forma cortoplacista: falta una visión larga, panorámica, con perspectiva.

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