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Llega el día de San Valentín: amor y enamoramiento
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Dr. Enrique Rojas

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Llega el día de San Valentín: amor y enamoramiento

La textura de la vida está tejida de la pequeña contabilidad diaria, en la cual los que aman se dan. El amor es la gran empresa del ser humano: no hay otra de tanta grandeza ni tampoco de tan profundo compromiso

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Casi todo lo grande es muy sencillo. El amor es grande porque es comprometido. Comprometerse quiere decir contraer un acuerdo, una obligación con la persona amada, de estar con ella siempre, de acompañarla, de vivir con y para ella. Esto se hace extensivo a otras formas de compromiso. Ahora bien, toda persona comprometida se pone en situación arriesgada, puesto que establece un vínculo del que se deriva una responsabilidad.

Se llega a un acuerdo que es promesa con el futuro de la persona amada. Comprometerse a amar a alguien es reservarle su vida afectiva. No hay amor auténtico si no existe un compromiso voluntario mediante el cual uno se hace cargo de cuidar y atender a la persona amada. El vínculo es lazo necesario de ese amor. Dar su palabra y ofrecerse.

El amor exige la libertad del amado, de ahí que revele un conflicto de la libertad. La libertad de uno queda comprometida por el amor

El amor es brindarse, invitar a proyectarse juntos, ofrecer lo que se es y lo que se tiene. El amor exige la libertad del amado, de ahí que revele un conflicto de la libertad. La libertad de cada uno queda comprometida por el amor. He ahí la gravedad del tema; gravedad en el sentido más amplio de la palabra: uno quiere entregarlo todo y también recibirlo todo de la otra persona; uno quiere esforzarse por decir que sí a lo largo de los años. Solo quien es libre es capaz de comprometerse.

Contabilidad diaria

Compromiso, responsabilidad, fidelidad; es la secuencia que conduce a la felicidad. La fidelidad es un imperativo del amor que se logra día a día a base de esfuerzos pequeños, concretos, particulares y bien delimitados. La fidelidad no se regala; decir que sí a lo que complace, hacer la vida fácil y llevadera, es algo muy bonito de decir, pero cuesta. El egoísmo, el pensar demasiado en uno mismo, puede convertir la convivencia en algo excesivamente costoso, en una empresa aburrida, monótona e insufrible. Cuando esto se produce, la convivencia conyugal puede tener sus horas contadas.

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El amor hay que cuidarlo a base de detalles. La textura de la vida está tejida de la pequeña contabilidad diaria, en la cual los que aman se dan. El amor es la gran empresa del ser humano: no hay otra de tanta grandeza ni tampoco de tan profundo compromiso.

Ser fiel es decir que sí, esto es, una afirmación gozosa que siempre está hecha de generosidad y de renuncias. La fidelidad se sustenta en continuas y pequeñas lealtades para conseguir así perseverar en el amor. La vida es larga y puede ocurrir cualquier cosa a lo largo de ella. La vida moderna ofrece muchas posibilidades de dejar de lado todos los compromisos contraídos, sobre todo teniendo en cuenta el hedonismo reinante. Todo compromiso es, en algún momento de la vida, costoso, difícil de llevar.

El camino a la felicidad

La fidelidad hace que el ser humano viva con integridad, con coherencia, y este es el camino para ser feliz. Los dos términos, tan próximos fonéticamente, también lo son en sus contenidos. La fidelidad se desliza hacia la felicidad merced a una perseverancia amorosa. No hay amor sin alegría y sin renuncias.

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Cuando no se cuida la fidelidad, se vuelve egoísmo personal. Cada uno se prefiere a sí mismo antes que al otro. Esta es una de las principales enfermedades del amor, cuyo síntoma es que cada uno vive por su lado, hace su vida con independencia de la otra persona. Vidas paralelas que pocas veces entran en contacto, ya que no se ofrecen una a otra. La experiencia es amarga y desoladora: estar vacío de afectos y lleno de uno mismo. En tales casos hay que aplicar una terapia de urgencia para evitar que el amor se esclerose.

Amor 'light'

Cuando, en una sociedad como la actual, está muy al alcance de la mano cualquier fórmula de ruptura (separación, divorcio, unión con otra persona), ya ni se plantea el luchar o el poner la voluntad al servicio de ese amor, sino que se escoge el camino más fácil. Este es un error que está trayendo duras consecuencias. El amor así entendido se interpreta siempre como algo pasajero que puede durar, es decir, no se le niega la posibilidad de ser eterno, pero no pasa absolutamente nada si no funciona: se recurre a los mecanismos jurídicos vigentes que ayudan a resolverlo. En esa concepción ya no hay promesa de amarse para siempre ni palabras de eternidad, sino que todo es transitorio y relativo, todo depende de las circunstancias.

Se alcanza así un subproducto amoroso, una especie de amor 'light': amor sin compromiso, sin voluntad, sin cabeza y sin esfuerzo; amor sujeto solo a los vientos que vengan, los cuales indicarán su orientación definitiva. De alguna manera, la sociedad permisiva ejerce un notable influjo sobre esta subespecie de amor. Formas de pseudoamor, mercancía de productos en una sociedad que ha comercializado casi todo, intercambio de productos afectivos degradados en todo, menos en su nombre.

Lo que tipifica el amor son sus características más fuertes y expresivas, estas que venimos apuntando. Son las que hacen al ser humano maduro, equilibrado, capaz de encontrarse a sí mismo y darse a otra persona por entero, para buscar la felicidad.

Casi todo lo grande es muy sencillo. El amor es grande porque es comprometido. Comprometerse quiere decir contraer un acuerdo, una obligación con la persona amada, de estar con ella siempre, de acompañarla, de vivir con y para ella. Esto se hace extensivo a otras formas de compromiso. Ahora bien, toda persona comprometida se pone en situación arriesgada, puesto que establece un vínculo del que se deriva una responsabilidad.

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