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Si estás en la menopausia, haz pesas
  1. Más años, más vida
Ángel Durántez

Más años, más vida

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Si estás en la menopausia, haz pesas

Es un evento inevitable en la vida de algo más de la mitad de la población mundial y supone un cambio radical. El cuerpo femenino, que había estado funcionando casi medio siglo de una manera, pasa a hacerlo de forma muy diferente

Foto: Foto: iStock.
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Sofocos y sudoración nocturna, ansiedad, trastornos del sueño, sequedad vaginal, alteraciones del estado de ánimo, incremento del peso corporal… Son algunos de los síntomas de la menopausia, a partir de la cual se va a producir un punto de inflexión en la vida de las mujeres. Sin embargo, a pesar de todos los mitos y estigmas que rodean a la menopausia, hay que enfocarla como una etapa más en la vida, en la que se produce el cese de la actividad de los ovarios, hecho que implica importantes cambios hormonales, como la disminución en la producción de estrógenos y secundariamente la retirada de la menstruación. La menopausia suele aparecer en torno a los 51 años, aunque hay determinados factores como la herencia genética, el consumo de alcohol, tabaco u otras drogas, el sedentarismo, la raza o determinadas patologías ginecológicas que pueden provocar su adelanto, derivando en lo que se conoce como menopausia precoz. En este sentido, ha sido documentada la relación existente entre la aparición de menopausia precoz y un mayor riesgo de enfermedades coronarias, depresión, osteoporosis, fracturas óseas y mortalidad temprana.

Existe suficiente evidencia científica que confirma que el cambio hormonal que se produce con la llegada de la menopausia va a afectar inevitablemente a la salud. Así, la disminución en la producción de estrógenos va a favorecer la redistribución de la grasa corporal favoreciendo el aumento de la grasa visceral, la aparición de osteopenia/osteoporosis -incrementando el riesgo de fracturas-, la sarcopenia y la dinapenia (reducción de la masa y la fuerza muscular). Otro efecto asociado al declive en los niveles de estrógenos es un mayor riesgo futuro de enfermedad cardiovascular.

"Las mujeres posmenopáusicas reducen sus niveles de grasa corporal total, central y subcutánea"

La terapia hormonal con estrógenos y progesterona bioidénticos, es decir, de estructura bioquímica exactamente igual a la natural, constituye la primera línea terapéutica para el tratamiento de los síntomas de la menopausia y en gran medida para la prevención de las enfermedades anteriormente reseñadas. Ya han transcurrido casi dos décadas desde que se publicaron los grandes estudios epidemiológicos (Women’s Health Initiative Study y el Million Women Study) en los que se vinculaba el tratamiento hormonal sustitutivo (THS) con una mayor incidencia de cáncer de mama y enfermedad cardiovascular. Esta asociación se produjo por el uso de hormonas 'no naturales' con estructuras químicas similares a las hormonas de los humanos, pero no exactamente iguales.

Por otro lado, los altos niveles de sedentarismo detectados entre las mujeres peri y posmenopáusicas pueden ahondar en los efectos comentados anteriormente, mientras que la realización de ejercicio físico podría compensar de alguna manera la acción de las hormonas que dejan de segregarse y, por tanto, minimizar dichos efectos.

Al parecer, la terapia de reemplazo hormonal por sí sola no parece tener un rol protector en el declive físico, según se observó en un estudio a lo largo de 6 años en mujeres posmenopáusicas de 65 o más años. Sin embargo, la publicación clásica de Slaven y Lee de 1997 en la revista 'Health Psycology', observó que la terapia hormonal facilita iniciar un cambio en los estilos de vida, entre ellos la realización de ejercicio, al aliviar la sintomatología asociada a la menopausia, sobre todo en lo relativo al estado de ánimo y cansancio.

Beneficios para mujeres menopáusicas

El ejercicio de fuerza debe considerarse como una intervención no farmacológica para prevenir y revertir las alteraciones fisiológicas promovidas por la menopausia. En este sentido, se ha mostrado como un método muy efectivo para atenuar la pérdida de masa y fuerza muscular asociada a la edad. De este modo, ocho meses de entrenamiento con cargas en mujeres sedentarias posmenopáusicas han mostrado efectos positivos sobre la masa muscular. Por otro lado, la THS en combinación con el entrenamiento de fuerza produce mayores beneficios sobre la masa muscular que únicamente la THS (+1,0 kg vs +0,3 kg después de 12 meses de ejercicio).

El incremento del peso corporal y la redistribución del nivel de adiposidad hacia un acúmulo en la parte central del cuerpo que se producen después de la menopausia van a promover un mayor riesgo de morbimortalidad. Se ha demostrado que, mediante un protocolo de entrenamiento de fuerza en circuito con cargas bajas durante 6 meses, las mujeres posmenopáusicas reducen sus niveles de grasa corporal total, central y subcutánea, además de mejorar factores de riesgo cardiovascular, como la presión arterial y los niveles de colesterol y triglicéridos.

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La menopausia es un momento crítico sobre el que gira una importante pérdida de densidad mineral ósea. La caída en los niveles de estrógenos va a originar un desajuste entre la resorción y la formación ósea (los dos mecanismos metabólicos que mantienen el equilibrio en la integridad del hueso), en favor de la primera, lo que promoverá el desarrollo de osteoporosis. Sin embargo, la realización durante 24 semanas de entrenamiento con cargas ha demostrado ser eficaz en la preservación de la densidad mineral ósea en mujeres posmenopáusicas. Este efecto se produciría como consecuencia del aumento de la tensión mecánica proporcionado por el ejercicio de fuerza sobre el hueso y que ha sido confirmado como un factor causal de la osteogénesis –proceso que favorece la formación de tejido óseo–.

Por tanto, el entrenamiento de la fuerza es una estrategia, que si bien no es resolutiva a la hora de mejorar la sintomatología vasomotora (sofocos, sudores), la sequedad vaginal u otros síntomas de la menopausia, sí aporta beneficios complementarios en el mantenimiento de la masa muscular, fuerza, la densidad mineral ósea y los biomarcadores de riesgo cardiovascular, por lo que debe ser considerada una intervención no farmacológica de primera elección libre de efectos adversos.

Sofocos y sudoración nocturna, ansiedad, trastornos del sueño, sequedad vaginal, alteraciones del estado de ánimo, incremento del peso corporal… Son algunos de los síntomas de la menopausia, a partir de la cual se va a producir un punto de inflexión en la vida de las mujeres. Sin embargo, a pesar de todos los mitos y estigmas que rodean a la menopausia, hay que enfocarla como una etapa más en la vida, en la que se produce el cese de la actividad de los ovarios, hecho que implica importantes cambios hormonales, como la disminución en la producción de estrógenos y secundariamente la retirada de la menstruación. La menopausia suele aparecer en torno a los 51 años, aunque hay determinados factores como la herencia genética, el consumo de alcohol, tabaco u otras drogas, el sedentarismo, la raza o determinadas patologías ginecológicas que pueden provocar su adelanto, derivando en lo que se conoce como menopausia precoz. En este sentido, ha sido documentada la relación existente entre la aparición de menopausia precoz y un mayor riesgo de enfermedades coronarias, depresión, osteoporosis, fracturas óseas y mortalidad temprana.

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