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Qué sabemos realmente de la salud y su predestinación
  1. Más años, más vida
Ángel Durántez

Más años, más vida

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Qué sabemos realmente de la salud y su predestinación

La ciencia y su avance continuo están poniendo de manifiesto que la influencia de la herencia, los genes, no es tanta como se pensaba, y que el estilo de vida sí que tiene una gran importancia a la hora de preservar la salud

Foto: Foto: Unsplash/@benthanie.
Foto: Unsplash/@benthanie.

Con el descubrimiento del ADN y la herencia genética, se pensó que nuestra salud estaba predeterminada. Sin embargo, la epigenética o asociación entre estilo de vida y genes cambió esta visión. Ahora sabemos que los hábitos pueden dejar marcas que se transmitan incluso a través de generaciones. ¿Está, por tanto, nuestra salud predeterminada?

“La genética carga la pistola, pero el medioambiente aprieta el gatillo”

El descubrimiento del ADN por Watson y Crick en 1953 supuso una revolución: Saber que la información que determina todo lo que constituye un ser vivo está almacenada en esta molécula. Se comenzó a descubrir la relación entre genes y salud, y cómo algunas enfermedades estaban claramente determinadas por nuestra herencia. Fueron los tiempos del determinismo, de algún modo se pensaba que la genética marcaba o predeterminaba nuestra salud, más allá del estilo de vida.

El gatillo lo aprieta el medioambiente

Sin embargo, nuevos descubrimientos pusieron de manifiesto que la influencia de la herencia no era tanta como se pensaba, y que el estilo de vida sí que tiene una gran importancia. La epigenética es de algún modo un interruptor que enciende o apaga nuestros genes, para que funcionen con mayor o menor intensidad. La frase de la Dra. Judith Stern lo resume perfectamente: “La genética carga la pistola, pero el medioambiente aprieta el gatillo”.

Pero el debate entre genes y epigenética viene de mucho antes que se conociera la hélice de la vida. Antes de que Darwin formulara su teoría de la evolución de las especies, que establece que los caracteres heredados de los individuos más aptos en un medio son los que se propagan por su mayor éxito reproductivo, Lamarck formuló su hipótesis de las características heredadas. Según este último, los comportamientos en un determinado medio podrían producir cambios físicos que serían paulatinamente heredados por la descendencia. El ejemplo más típico es el de las jirafas; de ser especies con el cuello corto, a medida que fueron estirándose para alcanzar las ramas más altas, acabaron produciendo generaciones con cuellos cada vez más largos.

Dentro del útero

Ahora sabemos que el lamarckismo no tiene una base molecular que pueda explicarlo y, por tanto, ha quedado descartado. Pero ¿puede el estilo de vida afectar a la salud de la descendencia? ¿Qué sucede durante la gestación? ¿Y los primeros años de vida?

placeholder Foto: Unplash/@dreside.
Foto: Unplash/@dreside.

La hambruna holandesa de los años 1954-1955 durante la Segunda Guerra Mundial dio muchas pistas al respecto. Se observó que los niños gestados durante esa época de privación y escasez tenían un mayor riesgo de enfermedades metabólicas en la edad adulta. Esto hizo a los investigadores pensar que el estilo de vida de la madre podría de alguna manera programar los genes de la descendencia y predisponer la salud durante la edad adulta.

Y en esta línea David Barker, epidemiólogo británico ya tristemente desaparecido, observó que existía una correlación entre el peso al nacer y el riesgo de enfermedades metabólicas setenta años después. Aquellos niños con infrapeso, o bajo peso al nacer, eran los que con mayor probabilidad desarrollaban diabetes en la edad adulta. Es lo que se conoce como la hipótesis de Barker.

De algún modo, cuando no existe suficiente energía y nutrientes para el desarrollo del feto, se prioriza el desarrollo de sistemas clave como el nervioso, en detrimento de otros como el aparato endocrino. Estudios con animales han demostrado cómo el estrés, la dieta o la exposición a eventos traumáticos de la madre afectaban a la descendencia en aspectos como la respuesta al estrés, la presión sanguínea, el metabolismo de la glucosa o el colesterol. Y estos cambios se traducían en cambios de la epigenética y, por tanto, en la expresión de ciertos genes.

Estado nutricional

Incluso en ratones se ha comprobado que el comportamiento de cuidado materno más o menos atento puede afectar a la respuesta al estrés de la descendencia, con cambios epigenéticos en áreas cerebrales relacionadas con el comportamiento y con la respuesta endocrina al estrés. En humanos se ha comprobado que el estado nutricional o el tabaquismo durante el embarazo afectan al riesgo cardiovascular, de enfermedades metabólicas, esquizofrenia o comportamiento antisocial de los hijos.

"La partida de la salud en la vida no depende solo de las cartas que nos toquen en la mano, sino de lo que hagamos con ellas"


Pero dando una vuelta más de tuerca a la programación fetal, nos encontramos con un fenómeno fascinante: la transferencia epigenética transgeneracional. O lo que es lo mismo, si el estilo de vida de los padres puede transferirse de algún modo a los hijos. Se ha podido comprobar en ratones, gracias a su corto ciclo de vida, cómo las células sexuales (óvulo y espermatozoide) pueden incorporar modificaciones que son transferidas a la descendencia, afectando a su salud. Aún no sabemos con certeza si estos mecanismos se producen en humanos, porque se considera que deben conservarse en al menos cuatro generaciones a través de la madre, o tres a través del padre. Con nuestro ciclo vital, es muy difícil poder hacer estas observaciones, pero todo apunta a que esos mecanismos también pueden conservarse en humanos.

La microbiota

Y para terminar de poner la guinda a la programación de nuestra salud, tenemos los descubrimientos sobre el papel de la microbiota intestinal en los primeros años de vida. El medioambiente altera las poblaciones de microorganismos en nuestro intestino, que a su vez influyen en el entrenamiento de nuestro sistema inmune. En parte, la llamada hipótesis de la higiene, o la falta de exposición a microorganismos durante la niñez, explicaría el aumento en el riesgo de alergias y enfermedades autoinmunes en las últimas décadas. De hecho, un estudio comprobó que incluso los niños nacidos de madres que residían en un entorno de granja durante la gestación tenían menor riesgo de alergias durante los primeros años de vida, frente a niños urbanos.

¿Está nuestra salud predeterminada?

Visto todo lo anterior, ¿Está nuestra salud predeterminada? En medicina no podemos hablar de certezas, sino de probabilidades o riesgo. Está claro que el estilo de vida de nuestros padres, por vías moleculares o simplemente por crecer en contacto con sus hábitos y adquirirlos, puede afectar a nuestra salud. La programación fetal existe y puede aumentar o reducir el riesgo de enfermedades en la vida adulta, al igual que la interacción del medioambiente con la microbiota durante los primeros años de vida.

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Foto: Unsplash/@cata.

Sin embargo, la partida de la salud en la vida no depende solo de las cartas que nos toquen en la mano, sino de lo que hagamos con ellas. Si somos buenos jugadores, conseguiremos vivir una vida sana, plena y larga. No hay más secreto que ser feliz en la medida de lo posible y tener unos hábitos saludables. Así que sigue sin haber excusas para no cuidarse.

Con el descubrimiento del ADN y la herencia genética, se pensó que nuestra salud estaba predeterminada. Sin embargo, la epigenética o asociación entre estilo de vida y genes cambió esta visión. Ahora sabemos que los hábitos pueden dejar marcas que se transmitan incluso a través de generaciones. ¿Está, por tanto, nuestra salud predeterminada?

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