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Vitamina K: un arma de doble filo circula por las venas
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Ángel Durántez

Más años, más vida

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Vitamina K: un arma de doble filo circula por las venas

Los nutrientes no actúan de forma aislada y las interacciones entre ellos y algunos medicamentos pueden ser de extraordinaria importancia. Este es el caso de la vitamina K y su 'amistad peligrosa' con determinados anticoagulantes orales

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Ya lo dijimos en este espacio no hace mucho tiempo: la vitamina K es la gran olvidada dentro de ese grupo de sustancias con tanta importancia para nuestra salud. Frente a las 'superestrellas' como la vitamina D o la C, que han ganado aún más relevancia durante la epidemia de covid-19, apenas nadie habla de la vitamina K. Sin embargo, esta sustancia, o más bien familia de sustancias, tiene una gran importancia en nuestro organismo.

Gracias al protagonismo de la vitamina D, se ha podido elucidar cómo la K participa de forma coordinada para regular el metabolismo del calcio. Si bien la vitamina D favorece la asimilación de este mineral, la K se encarga de dirigirlo de forma adecuada a los tejidos donde debe incorporarse, como sería el óseo. Y de ahí la relación entre la deficiencia de vitamina K y el riesgo de osteoporosis.

No debemos olvidar la relación entre vitamina K y calcificación de las placas de ateroma de las arterias, que es un factor de riesgo cardiovascular

También señalamos cómo la vitamina K actúa regulando la coagulación sanguínea, hasta el punto de que uno de los fármacos más prescritos en pacientes con riesgo cardiovascular son los anticoagulantes orales (entre ellos, el famoso Sintrom), cuya actividad precisamente es la de reducir la acción de la vitamina K, para evitar la formación de trombos.

En el interior de las arterias

¿Por qué esa arma de doble filo hablando de la vitamina K? Porque si reducimos el riesgo de trombos, podemos desde luego reducir el riesgo de infarto o ictus. Pero no debemos olvidarnos también de la relación entre vitamina K y calcificación de las placas de ateroma presentes en nuestras arterias, y que es también un factor de riesgo cardiovascular.

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Foto: iStock.

De hecho, un estudio publicado en 2018 mostró que los pacientes tratados con anticoagulantes antivitamina K presentaban una mayor carga de placas de ateroma y además con un perfil de mayor riesgo en comparación con los tratados con otros anticoagulantes orales o un grupo control. Resultado similar el publicado en octubre de 2020 por investigadores daneses, donde el grupo tratado con inhibidores de la vitamina K presentaba un score cálcico peor que el grupo tratado con otro tipo de anticoagulantes.

Un metaanálisis del año 2018 encontró que la suplementación con vitamina K se asociaba a una reducción de más de un 9% en la calcificación vascular y una reducción del riesgo de enfermedad cardiovascular o de mortalidad de un 45%.

Pendiente de confirmación

¿Y qué sucede con el riesgo de trombosis? Otro trabajo de suplementación con una de las formas de vitamina K, la menaquinona-4, en pacientes con osteoporosis, no encontró un aumento en la formación de trombina en la sangre, un factor relacionado con el riesgo de formación de trombos.

Aun así, son necesarios más estudios para corroborar o desmentir si la suplementación con vitamina K desemboca en un mayor o menor riesgo cardiovascular, y valorar si ese equilibrio entre riesgo de trombosis y calcificación de las arterias da como resultado un balance positivo para la suplementación.

En la actualidad están en marcha varios ensayos clínicos como SLOW o INTRICATE, y están pendientes de publicación los resultados de trabajos como BASIK2 o VitaK-CAC. Deberemos esperar a ellos para confirmar si la suplementación con vitamina K, efectivamente, reduce el riesgo de calcificación y la rigidez de las arterias, y si resulta en menor riesgo cardiovascular.

La pastilla está en tu plato

Mientras tanto, ¿qué podemos hacer? Se da la paradoja de que la vitamina K2 se encuentra sobre todo en alimentos de origen animal como las carnes, yema de huevo, quesos y lácteos o las vísceras, además de algunos alimentos fermentados como el chucrut o el natto, un derivado de la soja. Algunos de estos alimentos no son considerados como cardiosaludables, por lo que puede que tengan poca presencia en nuestra dieta.

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Elegir fuentes adecuadas de este tipo de alimentos y la variedad en la dieta pueden asegurar un suministro suficiente de vitamina K2 sin que tengamos que recurrir a la suplementación. La vitamina K1 se encuentra presente sobre todo en alimentos de origen vegetal, pero no parecer ser tan efectiva como encontró el estudio de Róterdam o también se está verificando en un ensayo clínico en marcha en la actualidad.

El futuro que viene

¿Y qué pasa con los anticoagulantes? Afortunadamente poco a poco se van implantando otros tratamientos que no actúan a través de la inhibición de la vitamina K. Se trata de algunos fármacos de nueva generación, dentro de la familia de los anticoagulantes directos, que evitan los efectos secundarios asociados a los tratamientos tradicionales. Tienen además ventajas como que no precisan del seguimiento periódico del estado de coagulación del paciente para ajustar la dosis, además de no interferir con la dieta.

Puede que, en un futuro próximo, conforme se consoliden los datos en el tratamiento con estos nuevos agentes, y cuando tengamos más información con los ensayos en marcha, la suplementación con vitamina K2 se convierta en una terapia consolidada para reducir el riesgo cardiovascular, y que además tenga otros efectos colaterales beneficiosos, como reducir el riesgo de osteoporosis o mejorar la salud renal. Algo muy deseable, conforme vamos cumpliendo años.

Ya lo dijimos en este espacio no hace mucho tiempo: la vitamina K es la gran olvidada dentro de ese grupo de sustancias con tanta importancia para nuestra salud. Frente a las 'superestrellas' como la vitamina D o la C, que han ganado aún más relevancia durante la epidemia de covid-19, apenas nadie habla de la vitamina K. Sin embargo, esta sustancia, o más bien familia de sustancias, tiene una gran importancia en nuestro organismo.

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