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Vitamina D y omega-3 para problemas autoinmunes
Que ambos son importantes en numerosos procesos fisiológicos no está en duda. La controversia se centra en su uso clínico para el tratamiento de diferentes enfermedades
La vitamina D y los ácidos grasos omega-3 son, probablemente, dos de las sustancias con importancia para la salud de las que más se está hablando en los últimos años. La vitamina D ha ganado protagonismo junto con otros suplementos con potencial inmunomodulador, especialmente dados sus resultados prometedores en la reducción de los efectos de la covid-19.
Por otro lado, los ácidos grasos omega-3 son más conocidos por el gran público en relación con sus propiedades cardioprotectoras, aunque con cierta confusión al mezclarse alimentos funcionales de origen vegetal con suplementos que sí que contienen la forma activa de estos ácidos grasos, que es la que se encuentra en los aceites de pescado o de krill.
La deficiencia poblacional en ambas sustancias es amplia y está muy descrita en nuestro entorno. Con respecto a la vitamina D, la exposición a la radiación UVB solar brilla por su ausencia. Los datos varían en función de la población en estudio, pero hasta el 80% de los mayores podrían tener déficit.
En cuanto a los omega-3, también nos encontramos con niveles subóptimos para la población, incluso en un país como el nuestro donde el consumo per cápita de pescado, si bien en descenso, sigue siendo de los más altos del mundo. De hecho, el índice de omega-3 en nuestra población se sitúa por debajo del 6%, cuando lo recomendable sería que se situara al menos en un 8%. Por cierto, que este marcador también se ha asociado a la gravedad en la infección por covid-19, teniendo los infectados un índice de 4,15%, frente a un 7,84% en los controles sanos.
El ensayo clínico VITAL
VITAL (siglas asociadas a VITamin D and OmegA-3 TriaL) es un ensayo clínico puesto en marcha por la Universidad de Harvard en el año 2010 y que ha reclutado a 25.871 sujetos. Su objetivo es verificar si la toma diaria de suplementos de vitamina D3 en una dosis de 2.000 UI y/o de omega-3 de pescado (1 g diario) reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular, ictus o cáncer, en personas que no han sufrido previamente la enfermedad (prevención primaria).
Adicionalmente, y dado lo amplio de la muestra, también se está procediendo el análisis del efecto de los suplementos en la prevención de otras enfermedades como diabetes, osteoporosis, asma, depresión o, en el caso de los resultados recientemente publicados, enfermedades autoinmunes.
Epidemia en aumento
Las enfermedades autoinmunes forman parte del conjunto de afecciones más prevalentes, junto con las metabólicas, las cardiacas y cerebrovasculares, las neurodegenerativas o el cáncer. La incidencia de las enfermedades autoinmunes, de las que la psoriasis, la esclerosis múltiple, el lupus, la enfermedad de Crohn o la espondilitis anquilosante son solo algunos ejemplos, va en aumento.
Una hipótesis que explicaría este hecho es la llamada teoría de la higiene. Mientras que a lo largo del siglo XX las enfermedades infecciosas han sido controladas, gracias especialmente a las medidas de higiene y al uso de antibióticos, o las vacunas, las enfermedades autoinmunes y las alergias han ido en aumento. La hipótesis de la higiene establece que la falta de entrenamiento de nuestro sistema inmune a edades tempranas, debido a la higiene en nuestro entorno y no exponernos a ciertos microorganismos, no regula adecuadamente nuestras defensas, con un impacto en la edad adulta.
A este desajuste entre nuestro entorno higiénico y lo que espera nuestro sistema inmune como resultado de milenios de evolución, se sumaría la inflamación crónica. Ya hemos mencionado en este espacio cómo la inflamación crónica está asociada al envejecimiento y es un factor común de todas las enfermedades más frecuentes en nuestro entorno.
En los últimos años se han desarrollado terapias biológicas para los problemas autoinmunes más efectivas y específicas que las clásicas
Los omega-3 de cadena larga y la vitamina D son importantes para la regulación tanto de la actividad del sistema inmune como de la inflamación. Por este motivo, es de gran interés su aplicación para el tratamiento de enfermedades inflamatorias y autoinmunes. El tratamiento tradicional de estas enfermedades ha sido el uso de inmunosupresores derivados de la cortisona, para reducir ese ataque del organismo hacia sí mismo, y el uso de antiinflamatorios no esteroideos, como el ibuprofeno, para el alivio de la inflamación y del dolor.
En los últimos años, se están desarrollando tratamientos biológicos con una efectividad más elevada y mayor especificidad, ya que se encargan de reducir de forma exclusiva alguno de los mediadores inflamatorios implicados en la enfermedad, en lugar de actuar 'a bulto' como sucede con los corticoides.
Resultados prometedores
Uno de los subanálisis del estudio VITAL ha recopilado los datos procedentes de 17.000 de los participantes, seguidos entre 2011 y 2014. Los hombres mayores de 50 años y las mujeres mayores de 55 años fueron asignados aleatoriamente a recibir el tratamiento combinado con vitamina D y/o omega-3 o un placebo. Durante el tiempo de tratamiento se analizaron los nuevos casos de enfermedad autoinmune incluyendo polimialgia reumática, tiroiditis autoinmune, psoriasis o artritis reumatoide.
En el grupo que recibió el tratamiento hubo 117 casos de enfermedad autoinmune, mientras que en el grupo que recibió el placebo los casos ascendieron a 150. Esto supone una reducción del riesgo de aparición de enfermedad autoinmune de un 25 a un 30%. En el caso del grupo que recibió suplementos de vitamina D, y excluyendo los dos primeros años, el efecto protector aumentó hasta un 39%.
La doctora Karen Costenbader, del Hospital Brigham de Boston, una de las autoras implicadas en VITAL, señaló en la sesión plenaria del Colegio Americano de Reumatología, donde se presentaron recientemente estos resultados: “No tengo que convencer a esta audiencia de la importancia de la enfermedad autoinmune, que afecta del 5 al 8% de la población, y está entre las principales 10 causas de muerte en mujeres menores de 65 años en Estados Unidos, siendo la segunda causa más común de enfermedad crónica”.
Aplicación clínica
Una reducción cercana al 40% en la incidencia de enfermedades autoinmunes a lo largo de 5 años es una efectividad nada desdeñable, y que justificaría la aplicación de la suplementación como un tratamiento preventivo. Hay que tener en cuenta que hablamos de prevención primaria, y de evitar que la enfermedad haga su aparición.
Como siempre, en ciencia hay que corroborar y replicar los resultados, pero este trabajo se suma a otros que demuestran que mantener unos niveles adecuados de vitamina D y de omega-3 puede ayudar a reducir la inflamación crónica y mejorar la función inmune, algo totalmente fundamental en el caso de las enfermedades autoinmunes.
Esperemos que, junto con los nuevos tratamientos, estas aproximaciones sean tenidas en cuenta para la prevención y el tratamiento de estas enfermedades de tan difícil manejo.
La vitamina D y los ácidos grasos omega-3 son, probablemente, dos de las sustancias con importancia para la salud de las que más se está hablando en los últimos años. La vitamina D ha ganado protagonismo junto con otros suplementos con potencial inmunomodulador, especialmente dados sus resultados prometedores en la reducción de los efectos de la covid-19.
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